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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

confiarse, porque le habían llegado rumores de la dolorosa ruptura entre el<br />

conservador y su nieta.<br />

—Usted sabe quien soy, me conoce —dijo la mujer—. Y le aseguro que<br />

Robert Langdon no ha matado a mi abuelo. Créame.<br />

Pero Grouard no iba a creerse aquello así, sin más. «¡Necesito<br />

refuerzos!» Volvió a probar su walkie-talkie, sin éxito. La puerta aún estaba a<br />

unos veinte metros de él, y empezó a retroceder despacio, sin dejar de<br />

apuntar al hombre que seguía en el suelo. Mientras lo hacía, vio que la<br />

mujer apuntaba con la linterna un gran cuadro que había justo enfrente de<br />

la Mona Lisa, en el otro extremo de la sala.<br />

Grouard ahogó un grito al darse cuenta de qué cuadro se trataba.<br />

«¿Pero se puede saber qué está haciendo?»<br />

119<br />

* * *<br />

Al otro lado de la sala, Sophie Neveu notó que el sudor le resbalaba por<br />

la frente. Langdon seguía en el suelo con los brazos en cruz y las piernas<br />

separadas. «Aguanta un poco, Robert. Ya casi estoy.» Segura de que aquel<br />

guardia nunca llegaría a disparar contra ninguno de los dos, Sophie volvió a<br />

concentrarse en el asunto que los había llevado hasta ahí, pein<strong>and</strong>o toda la<br />

sala y prest<strong>and</strong>o especial atención a una obra en concreto, otro cuadro de<br />

Leonardo da <strong>Vinci</strong>. Pero la luz ultravioleta no reveló nada extraordinario. Ni<br />

en el suelo, ni en las paredes, ni sobre el lienzo mismo.<br />

«¡Aquí tiene que haber algo!»<br />

Sophie estaba segura de haber interpretado correctamente las<br />

intenciones de su abuelo.<br />

«¿Qué otra cosa si no podría haber querido indicarme?»<br />

La obra que estaba examin<strong>and</strong>o era un lienzo de poco más de metro y<br />

medio de altura. La extraña escena que Leonardo había pintado incluía una<br />

Virgen María en una postura muy forzada sentada sobre un peligroso risco<br />

con el Niño Jesús, San Juan Bautista y el ángel Uriel. Cu<strong>and</strong>o era pequeña,<br />

no había visita a la Mona Lisa que terminara sin que su abuelo le llevara<br />

hasta el otro lado de la sala para admirar aquel segundo cuadro.<br />

«¡Abuelo! ¡Estoy aquí! ¡Pero no lo veo!»<br />

Detrás de ella, oía que el guardia intentaba pedir ayuda por radio.<br />

«¡Piensa!»<br />

Visualizó el mensaje garabateado en el cristal protector de la Mona Lisa.<br />

«No verdad lacra iglesias.» La pintura que tenía delante carecía de la<br />

protección de un vidrio sobre el que escribir ningún mensaje, y Sophie sabía<br />

que su abuelo nunca habría profanado aquella obra maestra escribiendo<br />

algo directamente encima. Se detuvo un instante. «Al menos no en el<br />

anverso.» Miró instintivamente hacia arriba, hacia los cables que colgaban<br />

del techo y sostenían el cuadro.<br />

«¿Era posible?» Sostuvo el lado izquierdo del marco y tiró hacia ella.<br />

Aquella pintura era gr<strong>and</strong>e y el lienzo se combó un poco cu<strong>and</strong>o la separó de<br />

la pared. Sophie metió la cabeza y los hombros detrás y enfocó con la<br />

linterna para inspeccionar el reverso.

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