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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

«No me extraña que le afectaran las fotos.»<br />

A Collet casi no le entraba en la cabeza la terrible coincidencia que<br />

había hecho que una mujer joven tuviera que descifrar un <strong>código</strong> escrito por<br />

un familiar muerto. Con todo, sus acciones no tenían demasiado sentido.<br />

—Está claro que reconoció que aquellos números eran la Secuencia de<br />

Fibonacci, porque luego vino aquí y nos lo dijo. No entiendo por qué se fue<br />

de la oficina sin decirle a nadie que los había descifrado.<br />

A Collet sólo se le ocurría una hipótesis para explicar aquellos<br />

desconcertantes hechos: que Saunière hubiera escrito el <strong>código</strong> numérico en<br />

el suelo con la esperanza de que Fache incorporara a algún criptógrafo en la<br />

investigación y, por tanto, su propia nieta se involucrara en el caso. En<br />

cuanto al resto del mensaje, ¿se estaba comunic<strong>and</strong>o de algún modo el<br />

conservador con su nieta? Si era así, ¿qué le estaba diciendo? ¿Y qué<br />

pintaba Langdon en todo aquello?<br />

Antes de que Collet pudiera seguir dándole vueltas a esas cosas, el<br />

silencio del museo desierto se vio roto por el sonido de una alarma, que<br />

parecía venir de la Gran Galería.<br />

—¡Alarma! —gritó uno de los agentes, sin apartar la vista de la pantalla<br />

del centro de control del museo—. ¡Gran Galería! ¡Servicio de caballeros!<br />

Fache miró a Collet.<br />

—¿Dónde está Langdon?<br />

—¡Sigue en el aseo! —respondió, señal<strong>and</strong>o el punto rojo intermitente<br />

en el plano de su ordenador portátil—. Debe de haber roto la ventana. Collet<br />

sabía que Langdon no podía llegar muy lejos. Aunque la ley contra incendios<br />

obligaba a que las ventanas de los edificios públicos situadas por encima de<br />

los quince metros tuvieran cristales rompibles en caso de incendio, salir por<br />

una ventana de la segunda planta del Louvre sin tener escalera ni arneses<br />

era suicida. Y más en aquel caso, porque al fondo del Ala Denon no había ni<br />

árboles ni plantas para parar el golpe. Justo debajo de los servicios se<br />

extendía la Place du Carrousel, con sus dos carriles de circulación—. ¡Dios<br />

mío! —exclamó Collet con la vista fija en la pantalla—. ¡Langdon se está<br />

subiendo al alféizar de la ventana!<br />

Pero Fache ya se había puesto en marcha. Sac<strong>and</strong>o el revólver<br />

Manurhin MR-93 de la cartuchera, salió a toda prisa de la oficina.<br />

Collet seguía mir<strong>and</strong>o perplejo la pantalla, donde el punto rojo seguía<br />

parpade<strong>and</strong>o en el alféizar hasta que de repente hizo algo totalmente<br />

inesperado y salió del perímetro del edificio.<br />

«¿Qué está pas<strong>and</strong>o aquí? —pensó—. ¿Está en el alféizar o...»<br />

—¡Dios mío! —gritó, levantándose de la silla al ver que el punto rojo<br />

estaba del otro lado del muro. La señal pareció debilitarse un instante, y<br />

acto seguido se detuvo abruptamente a unos diez metros del perímetro del<br />

edificio.<br />

Accion<strong>and</strong>o el teclado, Collet encontró un plano de París y recalibró el<br />

GPS. Gracias al zoom, logró determinar la posición exacta de la señal, que<br />

había dejado de moverse en medio de la Place du Carrousel.<br />

Langdon había saltado.<br />

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