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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

momento inmóvil, en el vacío... y empezar a caer d<strong>and</strong>o vueltas, en dirección<br />

al suelo de piedra.<br />

Todas sus esperanzas y sus sueños descendían en picado hacia la<br />

tierra. «¡No puede llegar al suelo!; Tengo gue impedirlo!» <strong>El</strong> cuerpo de Teabing<br />

reaccionó instintivamente. Soltó el arma y se echó hacia delante, solt<strong>and</strong>o<br />

las muletas y levant<strong>and</strong>o las manos al cielo. Cu<strong>and</strong>o la clave estaba a su<br />

altura, la atrapó con un gesto certero.<br />

Se echó hacia delante victorioso, con el criptex bien cogido, pero al<br />

momento se dio cuenta de que se había dado demasiado impulso. Como no<br />

tenia dónde agarrarse, los brazos fueron los primeros en llegar al suelo. <strong>El</strong><br />

cilindro chocó contra él y se oyó el ruido de un cristal que se rompía en su<br />

interior.<br />

Durante un segundo, Teabing se quedó sin respiración. Ahí tirado en<br />

medio de la sala, contempl<strong>and</strong>o sus brazos tendidos y el cilindro de mármol<br />

aún sujeto en una mano, imploró que el tubo de cristal no se hubiera roto<br />

del todo. Pero el olor penetrante del vinagre invadió el aire, y Teabing notó<br />

que el frío líquido se escapaba por entre los discos y le impregnaba los<br />

dedos.<br />

Una absoluta sensación de pánico se apoderó de él. «¡No!» <strong>El</strong> vinagre<br />

seguía su curso, e imaginó el papiro disolviéndose. «¡Robert, qué insensato!<br />

¡Se ha perdido el secreto!»<br />

Sin poder evitarlo, empezó a llorar. «<strong>El</strong> Grial se ha ido para siempre.<br />

Todo se ha destruido.» Tembl<strong>and</strong>o, incrédulo aún ante la acción de Langdon,<br />

quiso separar a la fuerza las dos partes del cilindro, en un desesperado<br />

intento de entrever, aunque fuera sólo durante una fracción de segundo, un<br />

retazo de historia antes de que quedara disuelta por toda la eternidad. Y<br />

entonces, al tirar de los dos extremos de la clave, constató con horror que<br />

empezaban a ceder.<br />

Ahogó un grito y miró dentro. Allí no había nada más que los trozos de<br />

vidrio mojado. Ni rastro de papiro. Se incorporó y miró a Langdon. Sophie<br />

estaba junto a él con la pistola en la mano, apuntándole.<br />

Confundido, volvió a mirar la clave y entonces lo comprendió. Los<br />

discos ya no estaban puestos de cualquier manera, sino form<strong>and</strong>o la palabra<br />

de cinco letras «POMUM».<br />

386<br />

* * *<br />

—<strong>El</strong> orbe del que comió Eva —dijo Langdon fríamente—, incurriendo en<br />

la ira de Dios. <strong>El</strong> pecado original. <strong>El</strong> símbolo de la caída de la divinidad<br />

femenina.<br />

Teabing sintió que la verdad le era revelada con dolorosa austeridad. <strong>El</strong><br />

orbe que debería haber estado en la tumba de Newton no podía ser otro que<br />

la manzana que había caído del cielo, que le había caído a Newton en la<br />

cabeza y había sido la fuente de inspiración de la gran obra de su vida,<br />

escrita por cierto en latín. «¡<strong>El</strong> fruto de sus obras! ¡Carne rosada y vientre<br />

fecundado!»<br />

—Robert —dijo Teabing, desbordado por los acontecimientos—. Has<br />

abierto la clave. ¿Dónde está el mapa?

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