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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

era simplemente la de retener la pieza hasta que el jefe apareciera por allí<br />

para cobrársela.<br />

Ahí de pie, a Collet se le ocurrió otra explicación posible para justificar<br />

aquella demora. «Limitación de daños.» En las operaciones policiales, las<br />

vacilaciones a la hora de detener a un fugitivo sólo se daban cu<strong>and</strong>o surgían<br />

dudas sobre la culpabilidad del sospechoso. «¿Es posible que Fache<br />

contemple la posibilidad de que Langdon no sea el hombre que busca?»<br />

Aquella idea era preocupante. <strong>El</strong> capitán se había lanzado a una persecución<br />

en toda regla para detener a Robert Langdon; vigilancia policial, Interpol,<br />

televisión. Ni siquiera el gran Bezu Fache sobreviviría al escándalo político<br />

que se organizaría si resultaba que por error había inundado los televisores<br />

de todo el país con el rostro de un eminente ciudadano estadounidense,<br />

acusándolo de asesinato. Y si Fache se había dado cuenta de que se había<br />

equivocado, era lógico que le pidiera a Collet que no pasara a la acción. No le<br />

convenía nada que su teniente asaltara la residencia particular de un inglés<br />

inocente y que detuviera a Langdon a punta de pistola.<br />

Y aún peor, pensó Collet, si el americano fuera inocente, aquello<br />

explicaría una de las mayores contradicciones de aquel caso: ¿Por qué<br />

Sophie Neveu, nieta de la víctima, había ayudado a escapar al supuesto<br />

asesino? Tal vez ella sabía que las acusaciones contra Langdon eran<br />

infundadas. Fache había aventurado todo tipo de explicaciones aquella<br />

noche para justificar el extraño comportamiento de Sophie, incluida la que<br />

decía que ella, en tanto que única nieta de Saunière, había convencido a su<br />

amante secreto para que lo matara y cobrar así la herencia. Si ese hubiera<br />

sido el caso y el conservador lo hubiera sospechado, podría haber dejado a la<br />

policía el mensaje: «P. S. Buscar a Robert Langdon.» Pero Collet estaba<br />

bastante seguro de que en todo aquello había algo más. Sophie Neveu<br />

parecía una persona demasiado íntegra como para verse envuelta en algo<br />

tan sórdido.<br />

—¿Teniente? —Uno de los policías se había acercado hasta él—. Hemos<br />

encontrado un coche.<br />

Collet lo siguió unos cincuenta metros hasta el otro lado del camino de<br />

acceso. <strong>El</strong> agente le señaló un repecho y allí, aparcado tras unos arbustos,<br />

casi fuera del alcance de la vista, había un Audi negro con una matrícula<br />

que indicaba que se trataba de un coche alquilado. Collet tocó el capó. Aún<br />

estaba caliente.<br />

—Langdon debe de haber llegado con este coche —dijo—. Llame a la<br />

empresa de alquiler. Averigüe si se trata de un vehículo robado.<br />

—Sí, señor.<br />

Otro policía le hizo gestos para que volviera a la verja de la entrada.<br />

—Teniente, échele un vistazo a esto. —Le alargó unos prismáticos de<br />

visión nocturna—. Los arbustos que hay al fondo del camino.<br />

Collet los enfocó hacia aquel punto y le dio vueltas a la rueda para<br />

aclarar la visión. Gradualmente, los perfiles verdosos fueron definiéndose.<br />

Localizó la curva que describía el camino al llegar frente a la casa y lo<br />

resiguió hasta dar con los arbustos. Allí, medio oculto tras ellos, había un<br />

furgón blindado, idéntico al que había dejado salir del Banco de Depósitos de<br />

Zúrich hacía unas horas. Ojalá todo aquello fuera una extraña coincidencia,<br />

aunque sabía que no podía ser.<br />

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