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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

64<br />

Sentado en el diván, con la caja de madera sobre las piernas, Teabing<br />

admiraba la elaborada rosa de la tapa. «Esta ha sido la noche más rara y<br />

mágica de mi vida.»<br />

—Ábrala —le susurró Sophie, que estaba de pie a su lado, junto a<br />

Langdon.<br />

Teabing sonrió. «Sin prisas.» Después de haber pasado más de diez años<br />

busc<strong>and</strong>o esa clave, quería saborear todas las milésimas de segundo del<br />

momento. Pasó la palma de la mano por la tapa de madera, y notó la textura<br />

de la flor.<br />

—La rosa —dijo en voz muy baja—. «La rosa es Magdalena es el Santo<br />

Grial. La rosa es la brújula que indica el camino.» Teabing se sentía como un<br />

idiota. Durante años había recorrido Francia entera en busca de iglesias y<br />

catedrales, había pagado dinero para que le permitieran el acceso a lugares<br />

restringidos, había examinado centenares de arcos situados debajo de<br />

rosetones, había buscado alguna clave de bóveda que incorporara algún<br />

<strong>código</strong>. «La clef de voûte, una clave bajo el signo de la rosa.»<br />

Despacio, sir Leigh le quitó el cierre a la tapa y la abrió.<br />

Cu<strong>and</strong>o sus ojos se posaron por fin en el contenido, supo al instante<br />

que sí, que aquello no podía ser sino la clave. Miraba aquel cilindro de<br />

mármol, formado por discos conectados entre sí y marcados con letras.<br />

Aquel mecanismo le resultaba curiosamente familiar.<br />

—Realizado a partir de los diarios de Leonardo da <strong>Vinci</strong> —dijo Sophie—.<br />

Mi abuelo los fabricaba a modo de pasatiempo.<br />

—Sí, claro.<br />

Teabing había visto los bocetos y los diseños. «La clave para encontrar<br />

el Santo Grial está en esta piedra.» Sacó el pesado criptex de la caja y lo<br />

sostuvo con cuidado. Aunque no tenía ni idea de qué debía hacer para<br />

abrirlo, intuía que su propio destino dependía del contenido del cilindro. En<br />

momentos de zozobra, Teabing había llegado a dudar de si la búsqueda a la<br />

que había dedicado su vida obtendría alguna recompensa. Ahora, esa<br />

incerteza había sido disipada de un plumazo. Le parecía oír las antiguas<br />

palabras... los cimientos de la leyenda del Grial:<br />

«Vous ne trouvez pas le SaintGraal, cest le SaintGraal qui vous trouve.»<br />

«No eres tú quien encuentra el Santo Grial, sino el Santo Grial quien te<br />

encuentra a ti.»<br />

Y esa noche, por más increíble que pareciera, la clave para encontrar el<br />

Santo Grial había llegado directamente hasta su propia casa.<br />

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