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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

80<br />

—Abróchense los cinturones, por favor —dijo el piloto de Teabing<br />

inici<strong>and</strong>o el descenso e internándose en la llovizna de una mañana gris—.<br />

Aterrizaremos en cinco minutos.<br />

Teabing experimentó la emoción del regreso al ver las colinas de Kent<br />

entre jirones de niebla, extendiéndose a lo lejos. Inglaterra estaba a menos<br />

de una hora de París, pero entre ellas distaba todo un mundo. Aquella<br />

mañana, el verde húmedo y primaveral de su tierra parecía darle más que<br />

nunca la bienvenida. «Mi vida en Francia ha terminado. Regreso victorioso a<br />

Inglaterra. La clave ha sido hallada.» Claro que aún quedaba la cuestión de<br />

saber dónde les conduciría. «A algún lugar en el Reino Unido.» A qué punto<br />

exacto, no lo sabía, pero ya empezaba a saborear la gloria.<br />

Langdon y Sophie lo miraron, y él se levantó y se dirigió a la cola del<br />

avión y retiró un panel de una pared, que ocultaba una caja muy bien<br />

disimulada. Marcó la combinación, la abrió y sacó dos pasaportes.<br />

—La documentación de Rémy y la mía —dijo—. Acto seguido extrajo un<br />

grueso fajo de billetes de cincuenta libras—. Y esta es la vuestra.<br />

Sophie lo miró, incrédula.<br />

—¿Un soborno?<br />

—Diplomacia creativa. Los aeródromos ejecutivos hacen ciertas<br />

concesiones. Un agente de aduanas nos recibirá en mi hangar y solicitará<br />

permiso para subir al avión. En vez de permitírselo, le diré que viajo con una<br />

artista francesa muy famosa a la que no interesa que se divulgue su estancia<br />

en Inglaterra —por el acoso de la prensa, ya sabéis—, y le ofreceré esta<br />

generosa propina a cambio de su discreción.<br />

Langdon estaba boquiabierto.<br />

—¿Y crees que el agente la aceptará?<br />

—Si fuera de otro, no, pero aquí todo el mundo me conoce. No soy<br />

traficante de armas, por Dios. Si hasta me nombraron caballero. —Sonrió—.<br />

Ser socio de ese club da derecho a ciertos privilegios.<br />

En aquel momento, Rémy se acercó por el pasillo con la pistola en la<br />

mano.<br />

—¿Y cuáles son sus planes para mí, señor?<br />

Teabing miró a su mayordomo.<br />

—Quiero que te quedes a bordo con nuestro invitado hasta que<br />

regresemos. No podemos ir carg<strong>and</strong>o con él por todo Londres.<br />

Sophie parecía preocupada.<br />

—Sir Leigh, la policía francesa podría localizar el avión antes de que<br />

regresemos.<br />

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