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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

22<br />

Arrodillado en el primer banco, Silas fingía que rezaba, aunque en<br />

realidad lo que hacía era observar detalladamente la planta del templo.<br />

Saint-Sulpice, como la mayoría de iglesias, tenía forma de inmensa cruz<br />

latina. Su sección central, la nave, llevaba directamente al altar mayor,<br />

donde una segunda sección más corta, llamada transepto, la cruzaba. Esa<br />

intersección tenía lugar justo debajo de la cúpula principal o cimborrio, y se<br />

consideraba el corazón de la iglesia... su punto más sagrado y más místico.<br />

«Pero esta noche no —pensó Silas—. Saint-Sulpice escondía sus<br />

secretos en otro lugar.»<br />

Volvió la cabeza a la derecha y alargó la vista hasta el ala sur del<br />

transepto, hacia el espacio vacío que quedaba más allá de la fila de bancos, y<br />

vio el objeto que le habían descrito sus víctimas.<br />

«Ahí está.»<br />

Encajada en el pavimento de granito gris, una delgada franja de metal<br />

pulido brillaba en la piedra... una línea dorada que cortaba la uniformidad<br />

del suelo de la iglesia. Aquella forma alargada tenía grabadas unas marcas<br />

graduadas, como si fuera una regla. Era un gnomon, según le habían dicho,<br />

un instrumento astronómico pagano parecido a los indicadores de las horas<br />

en los relojes de sol. De todo el mundo acudían a Saint-Sulpice turistas,<br />

científicos, historiadores y no creyentes para admirar esa famosa línea.<br />

«La Línea Rosa.»<br />

Despacio, Silas resiguió el camino que recorría aquella marca, que se<br />

alejaba de derecha a izquierda, abriéndose delante de él en un ángulo raro,<br />

totalmente ajeno a la simetría de la iglesia, partiendo incluso en dos el altar<br />

mayor. A Silas le parecía que aquella raya era como una cicatriz que<br />

atravesara un hermoso rostro. Cruzaba toda la iglesia a lo ancho y alcanzaba<br />

la esquina del transepto norte, donde se unía a la base de una estructura<br />

inesperada.<br />

Un colosal obelisco egipcio.<br />

Ahí, la brillante Línea Rosa adoptaba una vertical de noventa grados y<br />

seguía su recorrido por la superficie frontal del propio obelisco, elevándose<br />

diez metros hasta la parte superior de su remate piramidal, donde<br />

finalmente moría.<br />

«La Línea Rosa —pensó Silas—. La herm<strong>and</strong>ad ha escondido la clave en<br />

la Línea Rosa.»<br />

Poco antes, aquella misma noche, cu<strong>and</strong>o le había dicho a <strong>El</strong> Maestro<br />

que la clave del Priorato estaba oculta en el interior de Saint-Sulpice, éste se<br />

había mostrado algo escéptico. Pero cu<strong>and</strong>o añadió que todos los hermanos<br />

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