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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

granero destartalado. Desde fuera se oía, amortiguado, el sonido de un<br />

motor. Levantó el arma, entró y encendió las luces.<br />

<strong>El</strong> lado derecho de aquel cobertizo era un taller rudimentario, con<br />

cortadoras de césped, recambios de coche, material de jardinería. En la<br />

pared cercana había colgado otro de aquellos paneles electrónicos. Uno de<br />

los botones, el correspondiente a DORMITORIO DE INVITADOS II estaba<br />

pulsado y el sistema de comunicación activado.<br />

Collet se volvió, iracundo. «¡Nos han engañado con los<br />

intercomunicadores!» Se acercó al otro extremo del cobertizo y dio con los<br />

cubículos de una cuadra. Vacíos. Al parecer, el dueño prefería la fuerza de<br />

otro tipo de caballos; los cubículos se habían convertido en un<br />

impresionante estacionamiento para coches. La colección era bastante<br />

completa: un Ferrari negro, un brillante Rolls-Royce, un Aston Martín coupé<br />

antiguo y un Porsche 356 de colección.<br />

<strong>El</strong> último compartimento estaba vacío.<br />

Collet vio que había manchas de aceite en el suelo.<br />

«No podrán salir de la finca.»<br />

Tras la verja habían dejado atravesados dos coches patrulla, que<br />

impedían el paso, precisamente para evitar una situación como aquella.<br />

—¿Señor? —<strong>El</strong> agente señaló la parte trasera de las cuadras.<br />

La pared del fondo del granero estaba abierta de par en par, y tras ella<br />

se extendía una suave pendiente embarrada que se perdía entre los campos<br />

oscuros. Collet salió por aquella puerta, intent<strong>and</strong>o ver algo entre las<br />

sombras. Pero sólo distinguía débilmente la silueta del bosque recortándose<br />

en la penumbra. Ni una luz, ni un faro. Probablemente, aquel valle boscoso<br />

estaba atravesado por cientos de caminos y pistas forestales que no<br />

aparecían en los mapas, pero Collet estaba convencido de que los fugitivos<br />

no llegarían tan lejos.<br />

—Que algunos hombres rastreen esa zona. Seguro que ya se han<br />

quedado atrapados por ahí. Estos coches tan caros se atascan a la mínima<br />

en el barro.<br />

—Eh... señor... —<strong>El</strong> agente le señaló un tablón con clavijas de las que<br />

colgaban juegos de llaves. Sobre cada clavija había una etiqueta con el<br />

nombre de una marca de coche.<br />

DAIMLER... ROLLSROYCE... ASTON MARTÍN... ! PORSCHE... ;<br />

De la última clavija no colgaba ningún juego de llaves.<br />

Cu<strong>and</strong>o Collet leyó la etiqueta que había encima, supo que iba a tener<br />

problemas.<br />

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