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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

que culpaba del aspecto malsano y vergonzante de su hijo. Cu<strong>and</strong>o él<br />

intentaba defenderla, también él recibía sus golpes.<br />

Una noche la paliza fue terrible y su madre ya no se levantó. <strong>El</strong> niño se<br />

quedó junto a su cuerpo sin vida y le invadió un insoportable sentimiento de<br />

culpa por haber permitido que sucediera algo así.<br />

«¡Es culpa mía!»<br />

Como si una especie de demonio controlara su cuerpo, el niño entró en<br />

la cocina y cogió un cuchillo. Hipnotizado, se fue hasta la alcoba, donde su<br />

padre dormitaba en la cama, ebrio. Sin mediar palabra, lo apuñaló por la<br />

espalda. Su padre gritó de dolor e intentó darse la vuelta, pero él volvió a<br />

clavarle aquel cuchillo una y otra vez hasta que la casa quedó en silencio.<br />

<strong>El</strong> niño se escapó, pero las calles de Marsella le resultaron igual de<br />

inhóspitas. Su extraño aspecto lo convertía en marginado entre los<br />

marginados, y no le quedó otro remedio que instalarse en el sótano de una<br />

fábrica ab<strong>and</strong>onada y alimentarse a base de fruta que robaba y pescado<br />

crudo que cogía en el muelle. Sus únicas compañeras eran las revistas viejas<br />

que encontraba en la basura y con las que aprendió a leer sin que nadie le<br />

enseñara. Con el tiempo se hizo fuerte. Cu<strong>and</strong>o tenía doce años, otra<br />

vagabunda —una chica que le doblaba la edad— se burló de él en la calle e<br />

intentó robarle la comida. Casi la mata a puñetazos. Cu<strong>and</strong>o la policía los<br />

separó, le dieron un ultimátum: o se iba de Marsella o ingresaba en un<br />

correccional.<br />

<strong>El</strong> joven se trasladó a Toulon. Con el tiempo, las miradas de lástima que<br />

suscitaba se fueron transform<strong>and</strong>o en miradas de temor. Se había<br />

convertido en un hombre muy fuerte. Cu<strong>and</strong>o la gente pasaba por su lado,<br />

oía que hablaban de él en voz baja. «Un fantasma», decían con terror en los<br />

ojos mientras le escrutaban la piel blanca. «Un fantasma con ojos de<br />

demonio.»<br />

Y sí, sentía que era un fantasma... transparente... vag<strong>and</strong>o de puerto en<br />

puerto.<br />

No parecía tener secretos para nadie.<br />

A los dieciocho años, en una ciudad portuaria, mientras intentaba<br />

robar una caja con jamones curados de un barco carguero, le pillaron dos<br />

miembros de la tripulación. Aquellos dos hombres que le pegaban apestaban<br />

a cerveza, igual que su padre. Los recuerdos de miedo y odio afloraron a la<br />

superficie como monstruos surgidos de las profundidades. <strong>El</strong> joven le rompió<br />

el cuello a uno con la fuerza de sus manos, y sólo la llegada de la policía<br />

salvó al otro de un destino similar.<br />

Dos meses después, con grilletes en pies y manos, llegó a la cárcel de<br />

Andorra.<br />

«Eres tan blanco como un fantasma», le decían mofándose los demás<br />

internos, mientras los celadores lo conducían, desnudo y tirit<strong>and</strong>o de frío.<br />

«¡Mira a ese espectro! ¡A lo mejor ese fantasma es capaz de atravesar las<br />

paredes!»<br />

Durante doce años, su carne y su alma fueron marchitándose hasta<br />

que supo que se había vuelto transparente.<br />

«Soy transparente.»<br />

«No peso nada.»<br />

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