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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

delicado papiro, como de costumbre, sino de pergamino. «Qué raro —pensó—<br />

, el vinagre no disuelve la piel del cordero.» Volvió a mirar el hueco que<br />

quedaba en el centro del rollo y se dio cuenta de que aquel objeto no era un<br />

tubo de vinagre, sino otra cosa totalmente distinta.<br />

—¿Qué pasa? —preguntó Teabing—. ¿Por qué no saca el rollo?<br />

Sophie frunció el ceño y tiró del pergamino y del objeto sobre el que<br />

estaba enrollado.<br />

—Esto no es papiro —dijo Teabing—. Pesa demasiado.<br />

—Ya lo sé. Es relleno.<br />

—¿Para qué? ¿Para el tubo de vinagre?<br />

—No. —Sophie desenrolló el papiro y reveló lo que envolvía—. Para esto.<br />

Cu<strong>and</strong>o Langdon vio el objeto que había en el interior del rollo de<br />

pergamino, el corazón le dio un vuelco.<br />

—Que Dios nos ayude —dijo Teabing—. Su abuelo era un arquitecto<br />

implacable.<br />

Langdon no daba crédito a sus ojos.<br />

«Veo que Saunière no quiere ponernos las cosas fáciles.»<br />

Ahí, sobre la mesa, había un segundo criptex. Más pequeño que el otro.<br />

Hecho de ónix negro. Era lo bastante reducido como para caber dentro del<br />

primero. Una vez más la pasión de Saunière por el dualismo. «Dos criptex.»<br />

Todo a pares. «Dos sentidos. Masculino-Femenino. Negro dentro del blanco.»<br />

Langdon sintió que la red de simbolismos no terminaba ahí. «<strong>El</strong> blanco da a<br />

luz al negro.»<br />

«Todo hombre nacía de una mujer.»<br />

Blanco: femenino.<br />

Negro: masculino.<br />

Se apoyó en la mesa y cogió el criptex pequeño. Parecía idéntico al<br />

primero, excepto por el tamaño y el color. Al moverlo, oyó el mismo borboteo<br />

de antes. Al parecer, el tubo de vinagre estaba metido dentro de ese segundo<br />

criptex.<br />

—Bueno, Robert —dijo Teabing alargándole el pergamino—. Al menos te<br />

alegrará saber que volamos en la dirección correcta.<br />

Langdon examinó la gruesa hoja de piel de oveja. Escrita con florida<br />

caligrafía había otra estrofa. También endecasílaba. Era algo críptica, pero<br />

tras leer sólo la primera parte, se dio cuenta de que la decisión de Teabing de<br />

partir hacia Gran Bretaña iba a salirles a cuenta.<br />

EN LA CIUDAD DE LONDRES, ENTERRADO POR EL PAPA, REPOSA<br />

UN CABALLERO<br />

<strong>El</strong> resto del poema daba a entender claramente que la contraseña para<br />

abrir ese segundo criptex se encontraba en la tumba de ese caballero,<br />

situada en algún punto indeterminado de la ciudad.<br />

Langdon se volvió, nervioso, hacia Teabing.<br />

—¿Tienes idea de a qué caballero se refiere?<br />

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