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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

93<br />

<strong>El</strong> centro del Opus Dei en Londres, un sencillo edificio de obra vista<br />

situado en el número 5 de Orme Court, da a la entrada norte de Kensington<br />

Gardens. Silas no había estado nunca allí, pero al acercarse a pie al edificio<br />

sentía una sensación creciente de estar lleg<strong>and</strong>o a un refugio seguro, a un<br />

lugar donde poder guarecerse. A pesar de estar lloviendo, Rémy lo había<br />

dejado a cierta distancia para no tener que atravesar las calles principales.<br />

Al monje no le importó el paseo. La lluvia lo purificaba.<br />

Siguiendo la recomendación del mayordomo, Silas había limpiado el<br />

arma y se había deshecho de ella tirándola por una alcantarilla. Se alegró de<br />

poder perderla de vista. Se sentía más ligero. Aún le dolían las piernas por<br />

haber estado inmovilizado tanto tiempo, aunque la verdad era que muchas<br />

otras veces había soportado un dolor mucho más intenso. Con todo, sentía<br />

curiosidad por saber de Teabing, al que Rémy había atado en la parte trasera<br />

del Jaguar. Seguro que a aquellas alturas a aquel inglés también tenía que<br />

dolerle algo.<br />

—¿Qué va a hacer con él? —le había preguntado mientras lo acercaba<br />

hasta allí.<br />

Rémy se había encogido de hombros.<br />

—Esa es una decisión de <strong>El</strong> Maestro —respondió con fatalismo.<br />

Ahora, ya muy cerca de la sede del Opus, la lluvia arreció. <strong>El</strong> hábito se<br />

le estaba empap<strong>and</strong>o y se le clavaba aún más en las heridas del día anterior.<br />

Había llegado el momento de dejar atrás los pecados de las últimas<br />

veinticuatro horas y de purgar su alma. Su misión ya estaba cumplida.<br />

Atravesó el pequeño patio de entrada y no le sorprendió que la puerta<br />

no estuviera cerrada con llave. La abrió y entró en un austero vestíbulo. Al<br />

poner el pie sobre el suelo enmoquetado se activó una campanilla electrónica<br />

en la planta superior. Esos timbres eran una característica habitual en aquel<br />

tipo de centros en que los residentes pasaban la mayor parte de su tiempo<br />

encerrados en sus celdas, rez<strong>and</strong>o. Silas oyó el crujido de unos tablones de<br />

madera por encima de su cabeza.<br />

Al cabo de unos momentos, apareció un hombre con sotana.<br />

—¿En qué puedo servirle? —le dijo.<br />

A juzgar por su mirada, era una persona amable y no parecía darse<br />

cuenta siquiera del deplorable aspecto físico del monje.<br />

—Gracias. Me llamo Silas. Soy numerario de la Obra de Dios.<br />

—¿Americano?<br />

Silas asintió.<br />

—Voy a estar en Londres sólo un día. ¿Podría quedarme a descansar<br />

aquí?<br />

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