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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

—Está claro que no tiene ninguna intención de entregarnos a la policía,<br />

porque en ese caso hubiéramos regresado al banco. Lo que hace es traernos<br />

hasta aquí y amenazarnos con una pistola.<br />

—Su abuelo contrató nuestros servicios por algo muy concreto: para<br />

que sus posesiones estuvieran a salvo y custodiadas con discreción. Me da<br />

igual qué es lo que contiene esa caja, pero no pienso dejar que acabe<br />

considerada como prueba oficial de la investigación policial. Señor Langdon,<br />

acérquemela.<br />

Sophie negó con la cabeza.<br />

—No lo hagas.<br />

Sonó un disparo y la bala se estrelló contra el techo del furgón. La<br />

explosión sacudió el compartimento y el proyectil cayó en el suelo con un<br />

tintineo.<br />

«¡Mierda!» Langdon se quedó sin habla.<br />

—Señor Langdon, quítele la caja —repitió Vernet más seguro de sí<br />

mismo.<br />

Langdon le obedeció.<br />

—Y ahora, tráigala hasta aquí.<br />

Vernet seguía de pie, detrás del parachoques trasero, con el arma<br />

apunt<strong>and</strong>o al interior del compartimento de carga.<br />

Con la caja en la mano, Langdon avanzó en dirección a las puertas.<br />

«¡Tengo que hacer algo! —pensó—. ¡Estoy a punto de entregarle la clave<br />

del Priorato!» Mientras se acercaba a la salida, su elevación respecto del<br />

suelo se hacía más evidente, y empezó a plantearse si no podría usar aquella<br />

ventaja en su beneficio. Aunque Vernet mantenía el arma levantada, le<br />

llegaba a la altura de la rodilla. «¿Una patada bien dada, tal vez?» Por<br />

desgracia, mientras avanzaba, Vernet pareció captar el peligro y retrocedió<br />

varios pasos hasta quedar a unos dos metros de él, fuera de su alcance.<br />

—Deje la caja junto a la puerta —ordenó.<br />

Como no veía ninguna otra salida, Langdon se arrodilló e hizo lo que le<br />

ordenaba.<br />

—Ahora póngase de pie.<br />

Langdon empezó a incorporarse, pero se detuvo y se fijó en el casquillo<br />

de la bala que Vemet había disparado antes y que había ido a parar cerca de<br />

la hendidura que hacía que las puertas del furgón encajaran y quedaran<br />

perfectamente selladas.<br />

—Levántese y aléjese de la caja.<br />

Langdon siguió inmóvil un instante, con la mirada fija en aquella<br />

ranura metálica, y se puso de pie. Al hacerlo, movió discretamente la bala y<br />

se fue hada atrás.<br />

—Vaya hasta el fondo y dése la vuelta.<br />

Vernet notaba que el corazón le latía con fuerza. Apunt<strong>and</strong>o el arma con<br />

la mano derecha, se acercó a la caja para cogerla con la izquierda, pero se<br />

dio cuenta de que pesaba demasiado. «Tengo que cogerla con las dos<br />

manos.» Miró a sus rehenes y calculó el riesgo. Estaban a unos cinco metros<br />

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