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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

Sophie, tras los meses pasados en Londres, añoraba los olores de la<br />

naturaleza y estaba ansiosa por empezar sus vacaciones. Aún no era<br />

demasiado tarde, y decidió salir de inmediato y darle una sorpresa. Le pidió<br />

prestado el coche a un amigo y condujo hacia el norte, atraves<strong>and</strong>o el<br />

paisaje lunar de montes desolados que había cerca de Creully. Poco después<br />

de las diez entró en el largo camino particular que conducía al retiro de su<br />

abuelo. Aquel acceso tenía casi dos kilómetros, y hasta que llevaba recorrida<br />

la mitad no empezó a entrever la casa entre los árboles: un enorme castillo<br />

de piedra acurrucado junto a un bosque, a los pies de una colina.<br />

Sophie creía que a aquella hora su abuelo ya estaría acostado, y se<br />

alegró al ver luz en las ventanas. Sin embargo, su alegría se convirtió en<br />

sorpresa cu<strong>and</strong>o, al llegar frente a la casa, constató que el camino estaba<br />

lleno de coches; Mercedes, BMWs, Audis y RollsRoyces.<br />

Sophie se quedó un momento observándolos y se echó a reír. «Mi<br />

gr<strong>and</strong>pére, el famoso ermitaño.» Por lo que se veía, las reclusiones de<br />

Jacques Saunière no eran tan estrictas como a él le gustaba hacer creer.<br />

Estaba claro que mientras se suponía que ella estaba en la universidad, él<br />

había organizado una fiesta, y a juzgar por las marcas de los coches allí<br />

aparcados, había invitado a algunas de las personas más influyentes de<br />

París.<br />

Con ganas de darle una sorpresa, se acercó corriendo a la puer ta<br />

principal, que encontró cerrada. Llamó, pero no le abrió nadie. Sorprendida,<br />

se fue al otro lado de la casa y probó por detrás, pero la entrada también<br />

estaba cerrada y nadie acudió a abrirle.<br />

Desconcertada, se quedó un momento en silencio, escuch<strong>and</strong>o. <strong>El</strong> único<br />

sonido que oía era el de la brisa fresca de Norm<strong>and</strong>ía que gemía débilmente<br />

al atravesar el valle.<br />

No se oía música. Ni voces. Nada.<br />

Rodeada del silencio del bosque, Sophie se fue hasta un ala de la casa,<br />

se subió a un montón de leña y acercó la cara a la ventana del salón. Lo que<br />

vio no tenía ningún sentido.<br />

—¡Pero si no hay nadie!<br />

Toda la planta baja parecía desierta.<br />

«¿Dónde está la gente?»<br />

Con el corazón latiéndole con fuerza, Sophie se acercó al cobertizo y<br />

buscó una llave que su abuelo siempre escondía bajo la caja de la leña<br />

menuda. Ahí estaba. Se fue corriendo hasta la puerta principal y entró en la<br />

casa. Al hacerlo, en el panel de control del sistema de seguridad empezó a<br />

parpadear una luz roja que avisaba a quien acababa de entrar de que<br />

disponía de diez segundos para marcar el <strong>código</strong> correcto antes de que las<br />

alarmas se dispararan.<br />

«¿Tiene la alarma activada en plena fiesta?»<br />

Sophie se apresuró a introducir el <strong>código</strong> y desactivó el sistema.<br />

Cruzó el vestíbulo y se adentró en la casa. No había nadie. La primera<br />

planta también estaba desierta. Volvió al salón vacío y se quedó un momento<br />

en silencio, preguntándose qué pasaba.<br />

Fue entonces cu<strong>and</strong>o las oyó.<br />

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