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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

61<br />

«Princesa Sophie.»<br />

Sophie sentía un vacío en su interior mientras oía el golpeteo cada vez<br />

más lejano de las muletas de Teabing contra el suelo del pasillo. Aturdida, se<br />

volvió para mirar a Langdon, que negó con la cabeza, como si le estuviera<br />

leyendo los pensamientos.<br />

—No, Sophie —le susurró, sin atisbo de duda en la mirada—. Eso<br />

mismo fue lo primero que se me ocurrió cu<strong>and</strong>o me dijiste que tu abuelo<br />

pertenecía al Priorato y que quería revelarte un secreto sobre tu familia. Pero<br />

es imposible. —Hizo una pausa—. Saunière no es un apellido merovingio.<br />

Sophie no sabía si sentirse aliviada o decepcionada. Hacía un rato,<br />

curiosamente, Langdon le había preguntado como de pasada cuál era el<br />

apellido de soltera de su madre. Chauvel. Ahora entendía por qué lo había<br />

hecho.<br />

—¿Y Chauvel? —le preguntó, nerviosa.<br />

Langdon volvió a negar con la cabeza.<br />

—Lo siento. Sé que te habría ayudado a entender algunas cosas sobre<br />

tu origen, pero no. Sólo quedan dos líneas directas de merovingios. Sus<br />

apellidos son Plantard y Saint-Clair. Ambas familias viven escondidas,<br />

probablemente ayudadas por el Priorato.<br />

Sophie repitió mentalmente aquellos apellidos y negó con la cabeza. En<br />

su familia no había nadie que se llamara así. De pronto se sintió invadida<br />

por un fuerte cansancio. Se dio cuenta de que estaba igual de lejos que en el<br />

Louvre de conocer la verdad que su abuelo había querido revelarle. Ojalá la<br />

tarde anterior no le hubiera mencionado a la familia. Al hacerlo, le había<br />

abierto unas heridas que le hacían tanto daño como siempre. «Están<br />

muertos, Sophie. Y no van a volver.» Pensó en su madre, que le cantaba<br />

nanas para que se durmiera, en su padre que la cargaba en los hombros, en<br />

su abuela y en su hermano menor, que le sonreía con sus alegres ojos<br />

verdes. Todo aquello se lo habían robado. Y sólo le había quedado su abuelo.<br />

«Y ahora él tampoco está. Me he quedado sola.»<br />

Sophie se volvió en silencio para contemplar una vez más La última<br />

cena y se fijó en el pelo largo y rojizo de María Magdalena, en sus ojos<br />

serenos. En su expresión había algo que evocaba la pérdida de un ser<br />

querido. La misma que Sophie también sentía.<br />

—¿Robert? —dijo en voz baja.<br />

<strong>El</strong> se acercó.<br />

—Leigh dice que la historia del Grial está por todas partes, pero esta<br />

noche ha sido la primera vez que yo he oído hablar de ella.<br />

235

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