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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

50<br />

<strong>El</strong> Fiat que, sin distintivo alguno, se alejaba de Castel G<strong>and</strong>olfo, enfiló<br />

la sinuosa carretera que atravesaba las montañas de Alba en dirección al<br />

valle. En el asiento trasero, el obispo Aringarosa sonrió, not<strong>and</strong>o en su<br />

regazo el peso de los fajos de bonos que llevaba en el maletín y<br />

preguntándose cuánto tiempo pasaría hasta que él y <strong>El</strong> Maestro pudieran<br />

cambiarlos.<br />

«Veinte millones de euros.»<br />

Con aquella suma Aringarosa podría comprar una gran cuota de poder,<br />

algo más valioso que el dinero.<br />

Mientras el coche se dirigía hacia Roma a toda velocidad, Aringarosa se<br />

preguntaba por qué <strong>El</strong> Maestro aún no se había puesto en contacto con él.<br />

Se sacó el teléfono móvil del bolsillo de la sotana y verificó que tenía muy<br />

mala recepción.<br />

—Por aquí arriba hay poca cobertura —le dijo el chófer mirándolo por el<br />

espejo retrovisor—. En cuestión de cinco minutos salimos de las montañas y<br />

el servicio mejora.<br />

—Gracias.<br />

Aringarosa sintió una punzada de preocupación. «¿No hay cobertura en<br />

las montañas?» Entonces, tal vez <strong>El</strong> Maestro sí había intentado contactar<br />

con él. Era posible que algo hubiera fallado estrepitosamente y él no se<br />

hubiera enterado.<br />

Comprobó entonces el buzón de voz y constató que no había nada. Pero<br />

al momento se convenció de que <strong>El</strong> Maestro no dejaría nunca un mensaje<br />

grabado; era muy cuidadoso con sus comunicaciones. Nadie mejor que él<br />

entendía los riesgos de hablar abiertamente en el mundo moderno. La<br />

interceptación electrónica de datos había jugado un papel básico en la gran<br />

cantidad de conocimientos secretos de que disponía.<br />

«Es por eso por lo que siempre toma tantas precauciones.»<br />

Por desgracia, entre las medidas de prudencia de <strong>El</strong> Maestro estaba su<br />

negativa a facilitarle a Aringarosa ningún teléfono de contacto. «Seré yo el<br />

que inicie siempre la comunicación —le había dicho—. Así que no se aleje<br />

mucho de su teléfono.» Ahora que Aringarosa se daba cuenta de que su<br />

aparato podía no haber estado operativo, empezó a temer lo que <strong>El</strong> Maestro<br />

pudiera estar pens<strong>and</strong>o si le había llamado con insistencia sin obtener<br />

respuesta.<br />

«Pensará que algo va mal.»<br />

«O que no he obtenido el pago.»<br />

<strong>El</strong> obispo empezó a sudar un poco.<br />

«O peor... que he cogido el dinero y me he fugado.»<br />

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