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Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado

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se declara como «zona libre de homofobia y racismo», y cuenta con el mayor

porcentaje de socias del fútbol alemán. Ha jugado en la Bundesliga, la Primera

alemana, pero también en la Tercera División, donde la asistencia al campo

promediaba 13.000 espectadores, cuando el resto de equipos apenas metía unos

cuantos cientos.

Sin embargo, toda esa maquinaria izquierdista, adornada con acuerdos con una

marca de coches para lanzar un modelo exclusivo con el nombre del club o con una

multinacional de ropa deportiva para hacer una línea de zapatillas con sus colores y

su escudo, queda pálida ante la autenticidad de Volker Ippig y la revolución ochentera

que abanderó.

Ippig fue portero del equipo, con algunos parones por sus otras actividades, desde

1981 a 1991. En 1983 dejó el fútbol para pasarse un año trabajando en una guardería

de niños discapacitados y se construyó una cabaña en su pueblo de 6.000 habitantes,

Lensahn, donde vivía los fines de semana, mientras que durante los días de trabajo

dormía en la comuna okupa de Haffenstrasse, en Sankt Pauli. «Estaba cansado de

jugar sólo al fútbol», reconoce en una entrevista concedida en 2005 para un libro

sobre la historia de la afición del club. «Cuando iba a la cabaña, encendía una

hoguera, la primera televisión que existió. Allí podía olvidarme de todo», relata. En

otro de sus parones abandonó el país en busca de la utopía: se alistó en una brigada de

trabajo en Nicaragua. A los 29 años, en 1991, una grave lesión acababa con su

carrera. Había vestido 100 veces la camiseta de su único equipo como profesional.

Ippig se apartó entonces del mundo. Vivió como un ermitaño, se dejó crecer la

barba y el pelo y perdió el contacto con la humanidad. «Pasé un tiempo meditando,

pero me aislé demasiado y llegué a perder la noción del mundo», declaraba. Estudió

el poder de las plantas. Pero decidió volver.

En 1999 regresó al St Pauli como entrenador de categorías inferiores y de los

porteros del primer equipo. En la rueda de prensa de presentación dejó claro que

venía al club a devolverle su vieja esencia, perdida entonces: «Mi corazón late a la

izquierda. Mantengo mis valores sociales y comunales, y esos todavía siguen siendo

los mayores activos del St Pauli», dijo. Pero, salpicada de incidentes e idas y venidas,

su nueva etapa duró apenas cinco años como miembro del organigrama, e incluso se

enfrentó a la afición al apoyar públicamente al portero Carlster Wehlmann en su

deseo de fichar por el archienemigo HSV Hamburgo: «Hasta las vacas cambian de

pradera. ¿Por qué alguien del St Pauli no puede jugar en el Hamburgo? Yo también

fui así de testarudo, pero esos mitos deben explotar como pompas de jabón», declaró.

Los aficionados nunca se lo perdonaron. Tras salir de su club para siempre, montó

una escuela itinerante de porteros que trataba de ayudar a guardametas de todo el país

con sus particulares métodos de entrenamiento, que incluyen peculiares técnicas de

preparación física y tratamientos de homeopatía. Sigue fiel a las enseñanzas ascéticas

de Carlos Castaneda: «Cuando lo lees, te sientes ligero como una pluma». Y continúa

siendo un tipo incómodo para el fútbol profesional: su otra experiencia como técnico

www.lectulandia.com - Página 111

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