Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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cuando ya estaba en la Serie A.
Así, nunca le gustó la vida del fútbol profesional, la disciplina física y la
intelectual. Comía lo que quería (siempre fue un jugador con un evidente sobrepeso:
le apodaban Dumbo por sus orejas y por su tendencia a engordar) y fumaba. A pesar
de ser un delantero todavía con posibilidades de jugar a buen nivel en la Serie B, tras
dos años en el Sassuolo firmó por el Carrarese de C2, club del que acababa de
comprar el 50% una sociedad en la que participaban Cristiano Lucarelli, el padre de
este y el portero Gianluigi Buffon. Parecía un sitio cómodo para él, donde poder
disfrutar de un retiro activo y sin complicaciones. Aun así, duró diez partidos, hasta
noviembre: «No me gusta el fútbol profesional. Incluso a este nivel todo me resulta
demasiado serio», dijo.
Prácticamente nunca tuvo estabilidad en toda su carrera. En su currículo como
jugador figuran cortas estancias en equipos de segunda fila como Arezzo, Catania,
Brescello, Siena, Ternana o Vicenza. Eso sí, tras decidirse a dejar de jugar al fútbol,
firmó por el equipo que mejor le podía ir a su trayectoria deportiva y política: la
Associazione Comunista Sportiva Dilletantistica Primidellastrada [Asociación
Comunista Deportiva Aficionada Los Primeros de la Calle]. La Primidellastrada, un
grupo comunista de Terni, la ciudad natal de Zampagna, es una asociación que
además tiene equipo de fútbol. Una vez anunciada su retirada, una representación de
esta asociación le presentó el proyecto político del equipo, (evidentemente)
comunista y que lucha contra el fútbol negocio. Algunos eran conocidos de su ciudad,
y le convencieron: Zampagna volvía al fútbol, aunque fuera en una liga local. Ahí sí,
iba a ser feliz. «Me gusta su filosofía y ellos han entendido la mía. ¿Y la política?
Estoy de acuerdo con ellos en todo. Mi ídolo siempre fue el Che Guevara y nunca lo
he escondido», declaraba. El tatuaje de la cara del Comandante que luce en una de
sus piernas no es un adorno pop. «No me arrepiento de nada. He recibido varias
propuestas para volver, pero no las he tomado siquiera en consideración. No voy a
escupir en el plato donde he comido, porque el fútbol profesional me ha dado mucho
económicamente, pero el profesionalismo no me ha cambiado: sigo siendo alguien
atípico», añadía.
Riccardo Zampagna sigue viviendo en Terni. Continúa tomando cervezas con los
amigos del fútbol y compartiendo casa y vida con Fabiana, su mujer de siempre, muy
conocida en la ciudad, a pesar de su carácter reservado y tímido, por ser la
vicepresidenta de la Asociación Alba, que trabaja con niños con síndrome de Down.
Su marido, que nunca fue un buen estudiante, sí es un lector empedernido. Y vive el
fútbol a su manera. «Cuando juego con los amigos, siempre me pongo la camiseta de
Antonio Cassano. Él es el fútbol. Lo demás sólo es aburrimiento». Para él, el balón
fue divertimento y política. En julio de 2011 jugó el partido de su definitiva
despedida del fútbol. En el campo de la Ternana, sus colores del alma, se enfrentaron
muchos de sus amigos vistiendo las camisetas del equipo local y del Atalanta. Fueron
los dos clubes con los que más se identificó Zampagna en su carrera: los dos con las
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