Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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un brazalete negro, de los que, a invitación de la Policía gubernativa, se despojaron
en el descanso del partido».
Si bien Sergio dice que los policías fueron muy correctos, para Aguirre la lectura
de la situación fue bien distinta. «A alguno se le veía en la cara las ganas de darnos
dos hostias que tenían, pero nos salvó ser personas públicas. Sabían que si nos daban
era peor. En eso, alguno listo había…», dice. Relata el vasco que a Sergio le decían:
«Que lo haga este [por Aguirre], que es vasco, vale, pero tú que eres valenciano a qué
coño te metes en esto».
El presidente del club santanderino, que apoyó en todo momento a sus jugadores,
no sabe cómo salir del asunto. Antes de ir a comisaría les dice a sus chicos que le
cuenten a la policía que los brazaletes eran por el aniversario de la muerte de Ramón
Santituste García Quintana, expresidente histórico del Racing en tres etapas (1924,
1930, 1946-47). «Aquello no había Dios que se lo creyese. A ver cómo explicabas
que sólo lo llevásemos dos jugadores, y que encima no fuera un brazalete
propiamente dicho, sino una cinta», recuerda con sorna Aguirre. El exjugador habla
de José Manuel López-Alonso Polvorinos, presidente del club cántabro de 1973 a
1979, con mucho cariño por cómo se portó con ellos aquellos meses. «Nos decía que
fuéramos a entrenar, que jugáramos… pero que a las diez estuviéramos en casa».
Luego llegaron las amenazas. Al Racing, en la persona de su presidente, y a los
jugadores. A los pocos días del partido, bien destacadita en el diario Alerta se publica
la amenaza de muerte de un grupo de extrema derecha sin identificar. «Consejo de
Guerra reunido en Toledo ha decidido condenar a muerte a Aitor Aguirre y Sergio
Manzanera», dice el texto. Los jugadores se enteraron por la prensa de que eran
objetivo.
Aguirre, aficionado a la caza, vio sus licencias revocadas y sus armas, requisadas.
Tras las amenazas mandó a sus dos hijos y a su mujer a Sestao, su pueblo, y Sergio se
fue con él a vivir a la casa santanderina. Repentinamente, dejan de recibir
correspondencia, con lo que deciden hacer saber a sus allegados que no deben
escribirles, porque tienen el correo intervenido. Por si había alguna duda, un amigo
andaluz de Aguirre le envía una carta de apoyo. Esa carta nunca llegó. Sí que
apareció, sin embargo, otra misiva en el buzón del amigo andaluz con la palabra
Comunista al lado de su nombre y con una supuesta carta manuscrita de Aguirre en la
que decía «Si tan amigo mío eres, dame medio millón de pesetas, que es la multa que
me ha caído». Evidentemente, Aguirre jamás había escrito eso. La policía, que bien
sabido es que no es tonta, le había ahorrado el trabajo.
«La suerte fue que enseguida llegó la democracia y todo se tranquilizó, pero sí
que pasamos un tiempo en el que mirabas a tu espalda, porque que te amenacen
siempre te preocupa. Incluso ibas por la calle, o en algún comercio, y había alguno
que te lo recriminaba. Siempre tenías ahí la cosa de que algún descerebrado te hiciera
algo», dice hoy Sergio Manzanera, con la misma calma con la que fue recibido en el
mundo del fútbol su gesto. «Casi nadie nos apoyó, pero tampoco nadie nos echó nada
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