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Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado

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Argentina, en un mundo irreal

Raúl Cubas estaba desaparecido desde mucho antes del inicio del Mundial. Es

decir, había sido secuestrado por los militares que comandaban el país y nadie aparte

de ellos sabía si estaba vivo o muerto. Pertenecía a una clase de enemigos de Videla a

los que sus captores utilizaban, como en el nazismo mejor programado, de mano de

obra intelectual esclava. Eran los escritores, los que sabían idiomas, que se dedicaban

a elaborar textos de propaganda o a buscar en medios extranjeros qué se decía de la

Junta Militar. Estaban recluidos en el tercer piso de la Escuela Superior de Mecánica

de la Armada (ESMA), el mayor centro de detención y exterminio de los que habían

montado por todo el país, que estaba situado a 700 metros del Monumental de River.

Un día de abril de 1978, los milicos querían que alguien fuera a la rueda de prensa

del seleccionador nacional de fútbol César Luis Menotti para sacarle una declaración

prodictadura. Mandar a uno de los suyos cantaría: los fascistas de la época parecían

dibujados por Forges, todos con gafas oscuras, bigotes y gomina, así que acreditaron

a Raúl Cubas con un nombre falso y le ordenaron preguntar al seleccionador algo que

le hiciera alabar a Videla. El prisionero fue en un coche con dos de los tipos que lo

tenían secuestrado hasta la sala de prensa. En el bolsillo llevaba una lista con el

nombre de los que estaban capturados para intentar pasársela a Menotti en un

descuido. Se colocó muy cerca de El Flaco, casi a su lado, para salir en las fotos y

hacer así que su familia supiera que estaba vivo, pues desde que se lo llevaron no

habían tenido noticias de él. Llegado el momento a Cubas le entró miedo. No entregó

la lista y tampoco hizo preguntas comprometidas. Le tocó salir como pudo ante los

militares diciendo que el seleccionador no quería hablar de política. Después regresó

a su cárcel, con los tipos que lo torturaban, los mismos que acababan de enseñarle en

primera persona cómo pensaba el régimen utilizar el Mundial de fútbol como

maquinaria de propaganda a favor de quienes lo podían matar mañana mismo, un

escaparate para sus enemigos.

Así que si había alguien que supiese de primera mano qué era el Mundial y a qué

intereses servía, ese era Cubas. Sin embargo, el día de la final (Argentina-Holanda)

coincidió con un día de permiso (los prisioneros intelectuales disfrutaban de estos

ligeros privilegios), y el mismo tipo que sabía que ese campeonato del mundo de

fútbol estaba confeccionado para aniquilar a los suyos y satisfacer los deseos

represores del dictador Videla, se fue al Obelisco a celebrar la victoria de la selección

local, donde hinchas enfervorecidos gritaban consignas a favor del gobierno. Para

más escarnio, se llevó a su sobrino, cuyo padre también estaba desaparecido. Cuenta

Cubas que, años después, su madre le habló de aquel día. Él negó que eso hubiera

ocurrido: cómo iba a hacer semejante barbaridad. Pero todos en su entorno le dieron

tantos detalles que terminó por creerlo, aunque había borrado completamente esa

anécdota de su mente. Tal era el estado de demolición mental que vivía en los días de

secuestro y torturas.

www.lectulandia.com - Página 45

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