Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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genuinamente sorprendido. Eso no estaba en el guión de la entrevista que esperaba.
«¿Karl Marx?», acierta a preguntar. «Sí, claro. Hace ya 150 años que Marx mostró las
contradicciones del capitalismo y los males que el dinero provoca en el mundo. En
esto el fútbol no es una excepción, y me niego a ser un futbolista conformista. Marx
escribió que el capitalismo destruiría la naturaleza humana y daría paso a la
alienación absoluta. En esto tenía razón», razona Ergic. Al poco termina la entrevista.
El jugador, con su americana negra y su camiseta rosa, se levanta y se va, como si
nada. Como si no diera importancia a lo que acababa de plantar: los cimientos
públicos de una de las personalidades políticas más arrolladoras del fútbol reciente.
Ivan Ergic nació en Sibenik, Croacia, lugar mundialmente famoso por ser la
patria chica del jugador de baloncesto Drazen Petrovic. Su padre, Mitch, «un
marxista no dogmático», según lo define el propio Ergic, le mostró el camino para ser
un chaval que se preocupaba por el mundo y se hacía preguntas. De niño, la Guerra
de los Balcanes y un país destrozado les llevó a emigrar a Australia. Allí comenzaría
su carrera futbolística profesional. Medio centro con un potente disparo a puerta, su
juego no pasó desapercibido para los mejores clubes del mundo y en 2000 la Juventus
lo firmaba para cederlo al Basilea suizo. Allí, Ergic se labró un prestigio de jugador
importante y no pasa mucho tiempo hasta que el club helvético desembolsaba algo
más de 1,3 millones de euros por quedárselo en propiedad. Su carrera ascendía hasta
que en 2004 comenzó a sentirse mal. Creían que tenía una mononucleosis. Pero no: lo
que padecía era una profunda depresión.
Ingresó en la Clínica Universitaria de Basilea en junio de ese año y allí
permaneció cuatro meses. La reacción del mundo del fútbol fue apartarlo. Y la de
Ergic, denunciar cómo el balompié profesional mata al diferente. «Para el fútbol es lo
mismo ser homosexual que tener problemas psiquiátricos. Ambas cosas son un tabú,
y no debería. Es un espacio donde el machismo y esa virilidad mal entendida pueden
llevar a la depresión al diferente. Todo aquel que no encaja en el modelo de futbolista
profesional es apartado. A mí me dicen que soy débil y gay por estar deprimido»,
declaró. El Basilea mantuvo al futbolista en la plantilla e incluso lo hizo capitán, una
distinción a la que renunció voluntariamente en 2006. Jugó ocho temporadas en el
club azul y rojo, con el que ganó cuatro Ligas y cuatro Copas, y llegó a disputar la
Liga de Campeones. También participó en el Mundial de 2006 con Serbia, país que le
ofreció un puesto y con el que jugó once veces hasta que pidió no volver a ser
convocado porque le espantaba el ultranacionalismo que rodeaba al equipo. En 2009,
el nuevo técnico del Basilea, Torsten Fink, decidió prescindir de él. Lo fichó el
Bursaspor Kulübü, un modesto equipo con el que sorprendentemente se proclamó
campeón de la Liga turca. Al año siguiente jugó la Champions (fue arrasado en la
primera fase, incluyendo un 0-4 y un 6-1 del Valencia) y al finalizar la campaña
2010-2011, con sólo 30 años, Ivan Ergic abandonaba el fútbol.
Siempre había sido un hombre de izquierdas que frecuentaba poco los ambientes
futbolísticos y se sentía más cerca de sus amigos periodistas, escritores y del entorno
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