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Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado

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El regreso, el traumático regreso

Cristiano duró un puñado de meses en el Shakhtar: fue traspasado en julio de

2007 y en enero de 2008 ya estaba de vuelta en Italia, esta vez en el Parma, a cambio

de algo menos de seis millones de euros. No fue una cuestión de rendimiento:

simplemente, Cristiano Lucarelli no pintaba nada en Ucrania una vez el Shakhtar

había sido eliminado de la Champions. El delantero marcó cuatro goles en la primera

fase de la competición: uno al Salzburgo de Giovanni Trapattoni en la previa, y ya en

la liguilla sendos tantos al Benfica, el Celtic y, sobre todo, al Milan. Ese partido

volvería a demostrar que, por muy enfadado y despegado que se sintiera de Livorno,

era imposible disociar su imagen de la de su casa. El Shakhtar perdió 4-1 aquel

partido, pero Lucarelli marcó y pudo levantar el puño a la grada: en el gallinero, 500

hinchas del Livorno llegados en autobuses coreaban el nombre de su ídolo. Cristiano

había perdido el favor de la parte más ruidosa de la grada amaranto, pero para otra

seguía siendo el escudo de su club.

En 2009, tras año y medio en el Parma, Lucarelli sorprende a todo el mundo

solicitando que lo cedan al Livorno, que había subido a la Serie A. Quería volver al

sitio en el que lloró y sufrió más que en ningún otro. Deseaba volver a jugar en el

Armando Picchi con la camiseta granate, a pesar de que su decisión de volver no

haría a su padre cambiar de parecer: seguiría sin ir al campo. No lo podía soportar.

Decidí que era el momento de visitar Livorno para contar cómo era posible que este

nuevo capítulo del novelón estuviera sucediendo.

Quizá no fuera casualidad, pero el periodista español que viajaba a Livorno a

escribir un libro llamado Futbolistas de Izquierdas se alojó, sin pretenderlo, en un

pequeño hotel justo enfrente del histórico Teatro Goldoni. Siguió sorprendiendome

comprobar cómo incluso en el centro de la ciudad, alicatado de tiendas caras, las

paredes siguen decoradas con pintadas contra Pisa y más hoces y martillos de las que

encontrarías en la periferia obrera de cualquier otra ciudad. Roberto Filippi, de nuevo

excelente anfitrión, me puso en bandeja todo en este viaje. Me mostró la ciudad y su

carácter en dos minutos. Y sin pretenderlo. Lo primero que hizo fue llevarme al paseo

marítimo: un livornés no sabe vivir sin ver el mar. Después me llevó a comer: un

livornés vive en la calle. Hablamos mucho de política: a un livornés le vuelve loco la

política. Y por último empezamos con las entrevistas sobre Cristiano: un livornés

adora el fútbol.

Yo seguía impactado con la noticia de por qué Lucarelli había decidido volver. No

tenía ninguna necesidad de hacerlo, ni deportiva ni, quizá, personal. Al menos eso

pensaba yo. Pero todo me lo desmontó el jugador con una sola frase: «Cuando te

peleas con tu suegra, no te separas de tu mujer». Cristiano era un símbolo político, un

escudo de los ultras. Pero el amor por la camiseta y la ciudad era mayor que lo

accesorio. Él es el calciatore [futbolista] comunista, él es el tipo que levanta el puño

y lanza guiños al régimen de Fidel Castro. Él es un símbolo mundial, quizá el mayor

www.lectulandia.com - Página 142

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