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Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado

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te dijeron cosas muy feas que pasaban en Argentina. Pero no es así. Es una

mentirijilla infantil. Papá está muy bien. Aquí todo es tranquilidad y belleza. Esta no

es la Copa del Mundo, sino la Copa de la Paz.

No te asustes si ves algunas fotos de la concentración con soldaditos de verde a

nuestro lado. Son nuestros amigos, nos cuidan y nos protegen. Nos quieren como

toda la gente de este país, que desde el momento en que llegamos nos demostró su

afecto. Como en el aeropuerto, cuando nos esperaron con banderas de nuestra patria y

nos tiraban besos y todas las manos querían abrazarnos […].

No tengas miedo, papá está bien, tiene tu muñeca y un batallón de soldaditos que

lo cuida, que lo protege y que de sus fusiles disparan flores.

Dile a tus amiguitos la verdad. Argentina es tierra de amor. Algún día cuando seas

grande podrás comprender toda la verdad […]

P.S.: Yo ya elegí el nombre para tu muñeca: Argentina».

Evidentemente, el jugador salió a la palestra a desmentir que aquello fuera una

carta suya. El periodista reculó, pero parcialmente: dijo que, efectivamente, la carta la

había escrito él, pero con la anuencia del jugador, que había aprobado su publicación.

Sin embargo, ni eso hizo que Holanda amenazase seriamente con dejar el torneo.

Quizá, el hecho de que Holanda fuera el segundo socio comercial de Argentina

entonces, con los voluminosos créditos del banco ABN Amro y la venta de armas que

servían para masacrar opositores, ayudaba a que se enterrara hasta la razón.

Toda la posible, o supuesta, oposición de la selección holandesa a Videla quedó

en gestos ambiguos. El dictador, quizá para hacerse la víctima, quizá llevado

sinceramente por los rumores que circulaban en aquellos días, declaró en una

entrevista concedida en 2012 para el libro Disposición Final (2012), del periodista

Ceferino Reato, que sabía que los holandeses se negarían a recibir la copa de sus

manos y que «venían muy tocados ideológicamente». De hecho, el equipo holandés

no acudió a la cena posterior a la final porque, según se dijo, así evitarían darle la

mano al tirano. La mayoría de testimonios recoge una versión más lógica: la fiesta era

de tal magnitud en las calles que resultaba imposible que el autobús del equipo

recorriera la distancia entre su hotel y el lugar donde era el festejo y por eso no

fueron.

El único jugador del que está documentado que visitase a las Madres de la Plaza

de Mayo fue Wim Rijsbergen. Jugador por entonces del Feyenoord, este defensor de

metro ochenta y melena rubia típica de aquel combinado holandés, cayó lesionado en

el tercer partido del campeonato y ya no volvió a jugar. Quizá en parte por disponer

de mucho tiempo libre, pero seguro que también influido por la información que,

igual que sus compañeros, tenía del SKAN, alquiló una bicicleta y se fue a ver a las

Madres. Charló con ellas y comprendió lo horrible de lo que allí pasaba. El impacto

de su conversación fue tal que durante mucho tiempo continuó estando en contacto

con ellas y siguió apoyando su causa. Tanto, que 30 años después, en la presentación

del libro Voetbal in een vuile oorlog [Fútbol en una guerra sucia, 2008], una visión de

www.lectulandia.com - Página 54

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