Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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incorporarse al Levante, con el que había firmado en agosto, hasta después de ese
encuentro de terrible recuerdo. El falso tanto lo marca el capitán Héctor Chamaco
Valdés ante 15.000 hinchas que poblaban la grada que hasta hacía dos semanas
cobijaba detenidos y torturas.
Lo que poca gente sabía es que Valdés había visitado hacía un mes ese mismo
estadio, pero para nada relacionado con el fútbol. A comienzos de octubre se entera
de que Hugo Chueco Lepe, exdefensa de Colo Colo que trabajaba en el Ministerio de
Obras Públicas de la administración Allende, está detenido. Chamaco consigue, a
través de un directivo de Colo Colo, una audiencia con Pinochet. Este le da un papel
firmado para que lo libere, pero ni le dice dónde está ni le garantiza siquiera que esté
vivo. «Él no es un activista», le dice Valdés al tirano. «Ojalá no lo sea», le responde.
Su familia lo definía como «un hombre con sensibilidad de izquierda, pero lejos de
ser un activista».
Tras días de búsqueda, visitando más de 10 comisarías y centros de detención,
Valdés logra encontrar al Chueco, que permanece retenido un número indeterminado
de semanas, aunque su compañero cree que se lo llevaron al poco del golpe de estado.
Chamaco ve por dentro los centros de detención, escucha las torturas y las
ejecuciones simuladas. Por muchos momentos cree que no encontrará a su amigo
vivo. Pero lo consigue.
Pasa un mes entre que liberan a Lepe y se juega el partido-farsa contra la URSS.
Los dos momentos los vive Valdés en el mismo escenario. Cuando salta al césped,
mira a la tribuna. Allí sentado, con gesto serio, está su amigo, viendo el encuentro,
sentado en la grada que fue su techo mientras los militares lo secuestraron. Lepe
falleció en 1991 tras sufrir una fulminante esclerosis lateral amiotrófica. Se fue a la
tumba sin hablar jamás de lo que sucedió mientras estuvo detenido.
La historia de Valdés y Lepe puede resumir en qué se había convertido Chile a
finales del 73. Y Caszely lo iba a pagar más que ninguno. Para ir al Mundial del 74,
el jugador del Levante se tiene que pagar de su bolsillo el billete de avión, en una
muestra de la desatención absoluta de los mandamases futbolísticos. Y su debut no
puede ser peor en Alemania: se convierte en el primer jugador de la historia de los
Mundiales en ser expulsado, cuando, tras aguantar una ristra de patadas del siempre
marcial Berti Vogts (el mismo jugador que cuatro años después, durante el Mundial
de Argentina, diría que no entendía tanto revuelo contra la dictadura de Videla porque
«Argentina es un país donde reina el orden. Yo no he visto a ningún preso político»),
se revolvió y golpeó al defensor germano. Una circunstancia que los medios, ahora
del lado del oficialismo militar, no dejan pasar.
En los periódicos aparecen cartas al director y opiniones de aficionados (o falsos
hinchas, quién sabe) que condenan al jugador. Aducen una histérica razón: que
Caszely se autoexpulsó para no jugar el siguiente partido, que marcaba un morboso
Chile-República Democrática Alemana. «Buscó la expulsión, pues se le había
ordenado que no debía jugar contra el equipo de los compañeros de la Alemania
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