Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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La huida a Suecia de Tamburrini también le arrancó, como a Fernández, de su
entorno y le obligó a rehacerse a tantos kilómetros y en un país tan distinto. A pesar
del deterioro físico y moral que supuso su secuestro, se rearmó en su nueva casa e
incluso intentó retomar su antigua carrera. «Volví a jugar al fútbol en Suecia en 1980,
en un equipo de cuarta división, pero sólamente durante unos meses. Me decepcionó
mucho el carácter aficionado del fútbol sueco en ese momento, la dificultad de
ascender y poder obtener un contrato profesional, el carácter rudimentario de los
entrenamientos… Dejé la práctica activa del fútbol en abril de 1980», señala. Tenía
25 años. El terror le había arrancado de su casa, de su carrera en el fútbol y le había
privado de 121 días, además de muchas otras noches de rememorar el calvario.
Pero puede contarlo, porque nunca le quitaron ni la vida, ni sus ideales ni la
dignidad. Y tampoco le despojaron del fútbol. «Recién retomé la actividad hace unos
10 años, en un equipo de aficionados que participa en la liga sueca de fútbol, en la
región de Estocolmo. Todavía hoy juego, siempre como arquero luego de una
incursión de algunos años como mediocampista, en un equipo de aficionados que
fundé junto con otros amigos», cuenta. Hoy la Mansión Seré es un centro de
recuperación de la memoria histórica, el primero de toda América Latina. Lo que ahí
se hace y la estampa de Tamburrini atajando un balón en un modesto campo de
Estocolmo son la mejor metáfora de su triunfo.
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