Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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tenido un accidente en la mina y que algunos han muerto. Aquí todos conocemos a
familiares y amigos de aquellos mineros que murieron», recuerda el amigo del
jugador, el Trotski.
La vida de un chico de las cuencas mineras de Asturias tenía, cuando Villa era
pequeño, pocos incentivos más que el fútbol. Allí se juega mucho, y todo el rato. El
niño David soñaba con jugar en campos de gradas grandes, como el Camp Nou. En
viaje de estudios lo conoció: fue con Vicente y los demás de la clase de viaje de
estudios a Blanes, en la Costa Brava gerundense. En la excursión al campo del Barça
alucinó. Por eso, cuando lo presentaron de azulgrana, al Trotski, su mujer y dos
amigos les dio por coger la furgoneta e irse para allá. De camino llamaron a David,
que dio orden de que los dejaran pasar con él al salón París del estadio, y allí
estuvieron, compartiendo con el chico del pueblo los momentos previos a que bajara
al césped. «Me hizo muchísima ilusión asomarme a la grada y verlo allí, ante 40.000
personas… No paraba de darle vueltas a la cabeza a todo lo que había ocurrido. Lo
que es la vida», recuerda Vicente.
Pero esas cosas pasan una vez entre un millón. Lo normal es que Villa hubiese
sido minero, o al menos lo hubiera intentado. Lo normal es que hubiera sido de
izquierdas, aunque tampoco se tienen noticias de que hoy no lo sea. Lo normal es que
hubiese llevado la vida de cualquiera de los chavales de su edad nacidos en los 80 en
la deprimida Tuilla. Lo normal es que Villa hubiera sido como Vicente Díaz Trotski,
su compañero de clase y de primeras patadas al balón, su amigo, con el que se lleva
15 días y muchas otras cosas. Pero para jugar a adivino de cómo hubiera sido la vida
y el pensamiento político del jugador del Barça si no se le hubiera dado tan bien lo de
jugar a la pelota hay que visitar Tuilla, y al Trotski, y el campo de El Candín.
Llegando desde Oviedo a Tuilla por un camino oscuro, en medio del bosque, la
sensación es que el GPS nos ha hecho una putada. Nos lo confirma Vicente, ya en El
Candín, noche fría y cerrada. «Te trae por ahí porque es el camino más corto, pero sí,
te ha jodido el GPS», bromea, vestido de arriba abajo con la ropa (Adidas, por cierto,
y con muy buena pinta) del CD Tuilla, del que, después de colgar las botas tras 12
años en el equipo, es delegado, segundo entrenador y lo que haga falta. «Trabajo con
la directiva y soy, más o menos, la persona de confianza dentro del CD Tuilla», dice
orgulloso. Vicente es, como lo describió un artículo de la prensa local, «el segundo
vecino más famoso de Tuilla». Cada vez, y son muchas, que un periodista viene al
pueblo a glosar las hazañas infantiles de Villa, ahí está Vicente, su amigo de la
infancia, contando aquello de que el siete sigue siendo el mismo, que no ha cambiado
nada y que cuando va al pueblo es uno más.
A Vicente le pusieron lo de Trotski más por una broma infantil que por nada
ideológico. «Los chicos más mayores estaban estudiando la Revolución Rusa en clase
y salió el nombre de Trotski. A uno le hizo gracia y al primero que enganchó en la
calle fue a mí. De pequeño te lo tomas a broma, yo me enteré luego de quién era
Trotski. Pero, tras saberlo, evidentemente no renegué del mote, ni reniego», dice
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