Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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Si en aquel 1978 alguien sabía qué estaba pasando en la Argentina de la
represión, esas eran las Madres de la Plaza de Mayo. Eran las únicas que, cada día,
con sus pañuelos en la cabeza, se plantaban pacíficamente contra el régimen. Entre
las cabecillas estaba Hebe de Bonafini, una mujer que hoy sigue siendo referente de
las Madres. Pues bien: mientras ella lloraba la desaparición de su hijo en la cocina, su
marido festejaba los goles de Argentina en el salón. Ella le decía que ese Mundial
estaba hecho para taparlo todo, pero él lo negaba. No era posible. Estela de Carlotto,
que hoy preside Abuelas de la Plaza de Mayo, cuenta una situación idéntica: su
marido y ella encerrados en una habitación, llorando, y el resto de la familia ante el
televisor, cantando por las hazañas de Kempes. Y si esto era así, si muchos de los
familiares de los secuestrados y reprimidos no veían la relación entre Mundial y
propaganda, si ni siquiera ellos se movilizaban contra el torneo, si los propios
Montoneros [organización guerrillera que se opuso armadamente a la Dictadura]
mantuvieron una actitud de tregua tácita en su acción armada durante los días que
duró el campeonato, ¿se les podía pedir algo a los futbolistas argentinos? ¿Qué
pudieron hacer? Ningún periodista ha investigado tanto y con tanta profundidad como
Ezequiel Fernández Moores, editor latinoamericano de deportes de la agencia ANSA
[Agenzia Nazionale Stampa Associata, la mayor agencia de noticias italiana],
columnista y colaborador de multitud de medios (entre ellos, El País) y uno de los
mejores periodistas deportivos en lengua castellana, si no el mejor. Para entender el
fenómeno en toda su dimensión, qué mejor que hablar con él, que ha buscado de
primera mano los testimonios de las realidades y leyendas de la actividad política
alrededor del Mundial del 78.
—Los futbolistas argentinos, a quienes se les ha achacado que no hicieron nada
contra las barbaridades que ocurrían en el país, donde el mayor centro de detención
y tortura estaba a unos centenares de metros del estadio Monumental de River,
hablan de que simplemente no sabían lo que ocurría. ¿Es así?
—Mira, te voy a exponer mi caso personal. En 1978 yo tenía ya 20 años. Soy de
una familia de clase media: mi padre juez, mi madre ama de casa. Ese año entré a
trabajar en una agencia de noticias y, cuando hacíamos el turno de noche, siempre nos
decían que saliéramos con cuidado, que miráramos bien. Yo no entendía nada…
Resultaba que allí se recibían los comunicados de las Madres de la Plaza de Mayo y
eso nos había hecho objetivo de los militares. Yo allí, accediendo a muchísima
información, me enteré de cosas. Pero antes, a mí me viene uno de fuera a decir que
en Argentina había campos de concentración y no lo creo. Si no militabas o tenías
algún familiar desaparecido, no lo sabías. Así de simple. Ten en cuenta que entonces
un golpe de estado era algo normal. Que el anterior gobierno estaba muy débil, que
ya había habido represión y que los medios de comunicación saludaron con
beneplácito la llegada de la dictadura. Nos decían que éramos la reserva moral de
Occidente, nos lo repetían constantemente, lo leías cada día. La desinformación era
brutal. Osvaldo Ardiles, sin duda el jugador más formado de aquella selección
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