Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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evidente que el abogado más cercano a la organización va a estar al lado de ellos, los
que yo llamo terroristas. Él me niega la mayor: «Ni yo soy un terrorista, ni los que tú
dices que son terroristas lo son». Le pregunto qué le parece la etiqueta de futbolista
de ETA. Se sonríe: «No me sorprende y no me importa».
Sorprendentemente, a pesar de que lo que dice me deja pasmado, el exjugador de
fútbol al que tengo enfrente, al que recordaba como el central rápido y serio del Eibar
que casi logra el ascenso, me transmite la confianza para seguir preguntando. Es
franco y abierto, y no le molestan las preguntas. Hay que tener en cuenta que no lo
conocía antes de esta entrevista y que las referencias que él tiene sobre mí son
escasas: le prometí una entrevista abierta y dura, y la primera vez que nos pusimos en
contacto le dejé claro que yo no era lo que definí como «un periodista del Gara».
Pero Sarriegi me deja un hueco grande por la banda para seguir preguntando.
Le cuestiono sobre si apoya el terrorismo. Y matiza: «El concepto terrorismo está
manipulado. El terrorismo es la imposición de algo por el terror, por lo que el
terrorismo nunca puede ser realizado por el que quiere cambiar las cosas. Son los
gobiernos, los estados, los imperios. Pero ahora resulta que el pequeño, el débil, es el
que realiza el terrorismo. Se ha cambiado la acepción: el que quiere revertir el orden
constitucional o la paz es el terrorista», dice. Así que cambio el término: violencia de
ETA. ¿La condenas? «El discurso de la violencia es muy hipócrita, porque aquí ha
habido siglos y siglos de guerras, se han aniquilado pueblos, han matado, han
violado, han robado… Y uno de ellos ha sido el Estado español. Y ahora, gracias a
todo lo que ha acumulado, ha robado y ha matado, llega un momento que dice que
hay democracia y que ya no se mata. Ahora la violencia resulta que es terrorismo. Me
parece normal que lo digan ellos, porque han sido los ganadores. Pero no me parece
justo. Ya sé que la violencia es dura en todo el mundo, pero que vengan aquí esta
gente de demócratas con toda la historia que tienen por detrás tiene bemoles. Es
normal que los españoles digan ahora que no hay que matar, que las armas no… ¡Nos
ha jodido, habéis matado a todo pichichi!», responde.
Y empieza un diálogo duro, que hasta a mí mismo me sorprende.
—Nadie de izquierdas se puede identificar con Iñaki Bilbao, por ejemplo. Los de
ETA son unos descerebrados. Para mí son delincuentes. ETA no tiene sentido, si
alguna vez lo tuvo, desde hace 35 años…
—No, qué va. No los conoces. Los militantes de ETA, y yo los conozco, son cero
descerebrados. Sé que no me vas a creer, pero es así. Habrá de todo, como en todas
partes, pero los que yo conozco no lo son. ¿Cuántos militares hay en España?
¿Cuántos matan a sus mujeres? ¡Hostia! Entiendo que todo es diferente y que no se
puede comparar, pero si hablamos de violencia… Es una perspectiva muy hipócrita.
Hay que mirar a la historia. ¿Qué hacen los militares en Afganistán?
—Yo no me siento cercano a los militares.
—Pero muchos españoles sí. De la resistencia a los nazis todo el mundo se siente
cerca, ¿no? Claro, porque queda lejos y es muy bonito. ¿Y de los indígenas?
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