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Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado

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sido uno de ellos. Es normal que ahora sea cauto.

«ETA se ha acabado para siempre, y el que no lo vea es que no quiere verlo. Todo

el mundo sabe que es así, aquí y fuera de aquí», señala, ahora sí, seguro y

contundente. No hay dudas. Lo que no tiene tan claro es su futuro. Dejó la abogacía.

Él dice que antes de la detención ya lo tenía pensado, aunque parece evidente que un

tiempo en la cárcel y la confrontación con la realidad de una posible pena de años en

la cárcel hace replantearse a cualquiera a lo que se dedicará a corto, medio y largo

plazo. Estudia y vive modestamente con una pensión (del Estado español) de

invalidez que le quedó, como a tantos deportistas profesionales, cuando la lesión

acabó con su carrera.

«Han sido meses moviditos. Fuimos detenidos y estuvimos cinco días

incomunicados. A los abogados no nos torturaron, no nos tocaron, pero otros que

detuvieron denunciaron torturas, y me consta que fue así. En Navalcarnero pasé dos

meses y en Cádiz estuve en un módulo de aislamiento, que es donde están los

compañeros allí. Es un ala especial, con un patio muy pequeño, no el típico patio con

un campo de futbito y un comedor grande. Nosotros teníamos un patio muy pequeño,

como un frontón muy estrecho, al que sólo sales cuatro horas al día. El resto, en la

celda», cuenta Sarriegi. Parece incómodo cuando se le pregunta por su vida allí:

«Hacer deporte, cuidarte, estudiar y poco más», resume, en palabras que hay que

sacarle con sacacorchos. «Nunca esperas ir a la cárcel, qué va, qué va. Hombre, a

Iñaki Goioaga, abogado de Bilbao, lo habían detenido unos meses antes, así que sí

que piensas que te puede pasar a ti», dice. Eso sí: tiene claro que ocho meses en

prisión y lo que puede venir está amortizado: «Merece la pena estar con los presos y

apoyarles, y sobre todo merece la pena ser incómodo al Estado y al poder», señala.

Su concepción del mundo y de lo que él hace sigue siendo la del ideal

revolucionario. Su visión de sí mismo está muy lejos de lo que piensan los que

sostienen que lo que hace Sarriegi es ayudar a una banda de asesinos. Eso queda

fuera de la ecuación que él hace de sí mismo: «Yo he estado poco tiempo, pero al

final, ¿quiénes vamos a la cárcel? Los de abajo. Los de arriba la pisan menos. La

cárcel está hecha para gente que quiere cambiar las cosas, y en la situación actual se

está viendo más que nunca. La cárcel y la policía están para defender a algunos y

controlar a otros. Es una estructura creada para mantener este statu quo y para que la

clase dominante se siga manteniendo ahí y explotando al pueblo. En situaciones así

es como más se ve. La policía no investiga a grandes banqueros, a empresarios, a

otros policías. Trabajan para la clase dominante: detienen al que roba en un

supermercado o a un negro del top manta, pero a los que hacen los grandes fraudes no

les intervienen el teléfono, mientras que a nosotros sí. ¿Por qué no les siguen a cuatro

comidas? Seguro que ahí tienen cientos de millones para devolver al pueblo. ¿Y

dónde han estado los medios de comunicación este tiempo? Son tentáculos del

aparato», analiza.

Me da vueltas en la cabeza la metáfora de con quiénes se encontró Sarriegi justo

www.lectulandia.com - Página 124

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