Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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política en pantalón corto. El club apoyó, por ejemplo, la primera candidatura a
gobernador paulista de un reconocido hincha del Timão: Jose Inazio Lula Da Silva.
El Corinthians salía a la cancha con mensajes en su camiseta que eran un
pasaporte a la provocación en el Brasil de la época: «Democracia Corintiana» y «Día
15 Vote» (por las elecciones a gobernador), se podía leer en el pecho de los
jugadores. Pero fue en 1983 cuando el equipo decidió dar el salto definitivo en su
activismo cuando el senador Teófilo Varela lanzó la propuesta «Diretas Já», que
buscaba un sufragio universal y directo para elegir al presidente en un Brasil todavía
bajo el control de los militares. Sócrates, Wladimir, Zenon y Casagrande participaron
en las manifestaciones populares. Se subieron al estrado de los discursos tras una de
las movilizaciones, que reunió a cerca de un millón de personas pidiendo elecciones
libres.
Pero la imagen que queda para siempre en la historia del fútbol, la que define este
loco experimento de triunfos y activismo, es la de la final del Torneo Paulista de
1983: Corinthians-Sao Paulo. El Timão salió al campo con una pancarta que decía:
«Ganar o perder, pero siempre con Democracia». La hinchada enloqueció. Los gritos
a favor de las elecciones directas atronaron el campo. Y encima, el equipo de
Sócrates ganó con gol de El Doctor, que lo celebró, claro está, como hacía siempre,
con el puño en alto. Ese año fue elegido Mejor Jugador de Sudamérica.
En 1984, Sócrates declaró que se iría del país si el Parlamento no aprobaba las
elecciones directas en el referéndum convocado para tomar la decisión. La propuesta
obtuvo la mayoría, pero no la suficiente. Y el jugador cumplió su promesa: se fue a la
Fiorentina, a Italia. Era el fin de la Democracia Corintiana, que apenas había
sobrevivido un bienio que sólo puede calificarse de triunfante. Sócrates pasaría
apenas unos meses en Italia (demasiados entrenamientos, demasiada seriedad,
demasiado frío) para regresar a Brasil, aunque nunca volvería a vestir la camiseta del
Timão. Tras el Mundial de México 86 jugó (poco) en el Flamengo, en el Santos y en
el club en el que empezó, el Botafogo, donde se retiró a mitad de temporada, dejando
de cobrar una millonada, porque era suplente y se aburría. Anecdóticamente,
regresaría años después a jugar con un equipo inglés amateur.
Sócrates aportó al fútbol imaginación, verticalidad y virtuosismo. Reinventó el
taconazo como arma habitual, y sus pases utilizando esa suerte nunca se han vuelto a
ver en la historia del fútbol. Hasta lanzaba penaltis así. Pero sobre todo redefinió el
concepto de futbolista, pues fue un verdadero intelectual con botas: «El fútbol se da
el lujo de permitir ganar al peor. Nada más marxista o gramsciano que el fútbol», dijo
una vez. «Los futbolistas somos artistas, y los artistas son los únicos trabajadores que
tienen más poder que sus jefes», propugnaba. «Si la gente no tiene el poder de decir
las cosas, entonces yo las diré por ellos», proclamaba. «Mi ideal es un socialismo
perfecto, donde todos los hombres tengan los mismos derechos y deberes, una
concepción del mundo sin poder», resumía.
El cartel que se leía en su buzón incluso cuando era futbolista, «Sócrates Souza.
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