Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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que es algo así como 1.286 veces el salario mínimo. Y, además, puede acogerse a
beneficios fiscales, derivados de la Ley Beckham, que le permiten pagar sólo un 24%
en concepto de impuestos [1] .
Nadie puede esperar que, dadas esas condiciones materiales de vida, un jugador
de esas características sea comunista. Sin duda puede tener una conciencia de clase,
pero no precisamente vinculada al grueso de la clase trabajadora. No por casualidad
muchos de estos jugadores además son propietarios de negocios muy lucrativos como
discotecas o tiendas deportivas adscritas a su imagen. En el día a día, finalmente estos
jugadores contribuyen a insertarse en las redes clientelares tejidas entre el poder
económico y la elite política, mediado todo ello por la especulación inmobiliaria y el
capital.
Pero, hay que insistir, el problema no es del deporte o del fútbol en tanto que tal.
Al contrario, podríamos decir que asistimos al secuestro del fútbol por parte del
mercado. Dicho de otra forma, asistimos a la distorsión de la concepción original de
un deporte popular por parte de sectores del capital que buscan incrementar sus
riquezas individuales. Hay que pensar que sólo en la temporada 2011-12, el Real
Madrid CF y el FC Barcelona ingresaron conjuntamente más de 995 millones de
euros. Para hacerse una idea de lo que supone esa cifra baste decir que en los
Presupuestos Generales del Estado de 2012 se destinaron 937 millones de euros a la
partida de Cultura (y en 2013 esa cantidad disminuyó a 721 millones).
Toda esta realidad a menudo provoca en la izquierda un sentimiento de antipatía
hacia el fútbol. No hay duda, por los datos aportados, de que hay cierta razón en esas
sensaciones. Pero por eso conviene saber distinguir entre el negocio (lo que
podríamos llamar el fútbol profesional) y la sustancia (el deporte en sí mismo).
Muchos de los grandes ejemplos que Quique ha descrito extraordinariamente en esta
obra no se corresponden con ese fútbol entendido como negocio. Hemos visto casos
de humildad, honradez y de una vida no exenta de privaciones en muchos otros.
Personas dispuestas a exponer su vida personal y profesional por defender un modelo
de sociedad alternativo al dominante.
Por otra parte nadie puede negar que el arraigo que tiene el fútbol entre la
población es extraordinario. Y tampoco podemos olvidar que hablamos de un deporte
de equipo, es decir, que contribuye tanto directa como indirectamente a tejer redes
sociales en las diferentes comunidades sociales. Y esto es quizás lo que lo hace más
bello como deporte, a diferencias de otras prácticas de tipo individualista.
El fútbol permite visualizar la conexión entre seres humanos que supera las
barreras de los idiomas y de las diferencias culturales. Cualquiera que haya jugado en
los campos de fútbol sala que son públicos en Madrid —los que quedan, claro—
habrá comprobado cómo se puede jugar al fútbol entre amigos sin más necesidad que
decir que uno desea participar. No importa de dónde provenga uno, sino únicamente
que tenga ganas de divertirse y hacer deporte. En esa relación, claramente popular, se
tejen sentimientos de comunidad. Esto no es de índole menor en una sociedad que
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