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Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado

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codazos. «Le respondí con una majestuosa patada en el culo». El árbitro no lo vio. El

pan de cada día, pero no para el delantero camarada. «Me sentí deshecho, forajido y

listillo. Me sentí avergonzado. Era la primera vez que un pie mío conquistaba su

independencia y me metía en problemas».

Fue una de sus grandes frustraciones, pero no la única. Paolo Sollier, el jugador

utópico, el de las causas imposibles, también tiene la suya. Nunca marcó un gol en

Primera. O, mejor dicho, marcó uno, espectacular y al Milan AC. Pero se lo anularon,

por una infracción que ni siquiera fue suya. Ocho de febrero de 1976. San Siro.

Minuto 13 del segundo tiempo. El Perugia había cambiado de sistema, y ahora jugaba

con un delantero y dos mediapuntas de apoyo. Sollier, 11 a la espalda, era uno de

ellos. «Todavía hoy me escuece», aseguraba Sollier en una entrevista reciente, «he

visto las imágenes en blanco y negro. Llega un balón a media altura, tras un despeje,

dos metros dentro del área, Aldo Bet [Milan] y Mario Scarpa [Perugia] se molestan y

yo le pego según viene, al vuelo. Un gol precioso, Enrico Albertosi [portero local],

paralizado, y yo furibundo. En la secuencia, fotograma a fotograma, que publicaron

los periódicos se ve que no hay falta alguna de mi compañero al milanista.

Inexistente. Insistente, en cambio, fue mi insulto al árbitro en primer plano». El

partido acabó 0-0. Y con el Inter empataron a dos aquel año. El Perugia salió invicto

de San Siro aquella temporada.

Sin embargo, sus mejores fotos de futbolista no eran casi nunca en el campo. En

1977, en Rimini, la izquierda radical organizó una manifestación para defender del

desahucio a unas familias que ocupaban unas viviendas vacías. Allí estaba Sollier, en

la punta de ataque, como en el campo. Y, enfrente, Gianfranco Sarti, policía y capitán

del Rimini, su equipo. Il Resto del Carlino, periódico local, inmortalizó el momento,

preguntándose si Sarti tenía más autoridad como policía o como capitán para mandar

a Mao a su casa. Aunque fuera para ejercer de enemigos, Sollier debía reconocer que

no todos sus compañeros eran idiotas que «miraban la televisión como a Dios», como

una vez los definió.

No fue su único enfrentamiento interno. Criticó a su antiguo club, el Perugia, por

optar por un modelo vertical en lugar de abrirse a la cogestión con los jugadores y la

participación de los seguidores. Cargó contra su entrenador, Ilario Castagner, por

olvidar sus promesas de juego colectivo, por creérselo demasiado y haber perdido su

humildad. Y ya se sabe que en el fútbol, como en Sicilia, romper la omertà no es

buen negocio. Pero nunca buscó excusas. Años después le preguntaron que se

definiera como futbolista, en el libro entrevista Spogliatoio [Vestuario], publicado en

2008, y lo saldó así: «Un honesto jugador de Serie B que se dio unas merecidas

vacaciones en Primera».

Sin embargo, no todo en la carrera del jugador fue enfrentarse a la derecha.

Coincidió en Rimini con el sargento de hierro, Helenio Herrera, famoso por sus

éxitos al frente la grande Inter. Herrera llevaba unos años sin entrenar tras haber

sufrido un ataque de corazón y aún tendría tiempo de estar tres temporadas al frente

www.lectulandia.com - Página 27

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