Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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ganado el título local. Acompañado de otro hombre, Videla logró estar presente en la
celebración y sacó fotos de Rivada. El vecino era un delator de la policía local,
militante político de ultraderecha, y su acompañante integraba el servicio de
inteligencia de la Marina. El flash de aquella cámara firmó la luminosa sentencia de
muerte de Rivada.
La historia acaba un año y medio después de su desaparición, con don Héctor
enviando una carta al Almirante Emilio Eduardo Massera, personaje decisivo de la
Junta, mano derecha del tercer Videla del relato, Jorge Rafael, presidente de la
nación. La carta que el padre escribe a Massera es un relato titulado «Con
desesperación», en el que muestra la esquizofrenia de la relación entre los familiares
de las víctimas y los militares en la época. El absoluto desconocimiento de lo que allí
ocurría provocaba, por ejemplo, que don Héctor escribiera a Massera «creo en usted,
a quien acudo en busca de la verdad».
El señor Rivada habla de su desilusión con el gobierno: «Personalmente, creo que
es peor no saber nada de lo que ha ocurrido a mi hijo y su esposa que tener la
seguridad de que ambos han muerto», dice. Y añade: «Esta incertidumbre desgasta y
mata a los padres y familiares de quienes, si de algo fueron culpables, debieron ser
juzgados y condenados. Y si lo fueron sumariamente por quienes se creyeron
investidos de alguna autoridad superior que se lo permitía hacer, aun en tal caso,
como en la guerra ocurre con los traidores a la patria, aun así —se lo repito Almirante
—, tales hechos debieron ser comunicados a quienes continuamos viviendo, si eso es
lo que estamos haciendo, o muriendo lentamente».
Cierra don Héctor: «Todos parecen querer hacerme entender que debo aceptar las
circunstancias y resignarme. Pero no claudicaré jamás en mi propósito de encontrar a
mis hijos. ¿Qué haría usted en mi caso, Almirante?». Nunca encontró respuesta, pues
murió en julio de 1982 por un paro cardíaco sin saber qué fue de su hijo y su nuera.
Nunca se supo. Son los dos únicos desaparecidos de Tres Arroyos, que siguen en ese
estatus, pues nunca se encontraron sus cadáveres. Un caso más entre miles en la
locura de la Junta Militar, pero único en la historia del fútbol argentino.
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