Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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goleador de la campaña, con 29 goles; sólo le ganará Luca Toni, del Palermo) marca
el gol definitivo, se quita la camiseta, la pone en el suelo y le hace el amor. Cuando el
equipo regresa a Livorno, a las cuatro de la mañana, 10.000 aficionados les esperan
en el campo. Cristiano es el primero que salta al césped, enloquecido, como un niño,
y no para de festejar. Su alegría no es como la de los demás: para él es un gran triunfo
deportivo, pero, al fin y al cabo, ya ha jugado en la Serie A. Simplemente acababa de
lograr algo mucho más grande: llevar al equipo de sus sueños a la primera división,
algo que en su historia de sufrido hincha jamás había visto. Ni él, ni el hombre por el
que Cristiano dio cada paso: su padre. El Livorno Calcio había abandonado la Serie A
en 1949 sin saber que lo haría para no volver hasta 55 años después. Tres años
después del descenso, don Maurizio Lucarelli veía por primera vez un partido del
Livorno en las gradas del Armando Picchi, el virus de la afición por el Livorno le era
inoculado. El equipo ya penaba en la Serie C.
La campaña 2004-05 será la del estreno del Livorno Calcio en la Serie A, la
llegada de las hordas rojas a los campos grandes. En la grada de su estadio aparece
una pancarta: «Escapa Silvio [Berlusconi, ya Primer Ministro y presidente del Milan],
llegan los livorneses». Ya con Lucarelli en propiedad, el calendario quiso que el
primer partido del batallón amaranto fuera precisamente en San Siro ante el Milan, la
escuadra del poder. Allí aparecieron nada menos que 10.000 aficionados livorneses,
4.000 de ellos ataviados con una bandana, el pañuelo de cabeza que hizo célebre la
imagen más juerguista y amoral del Primer Ministro. Marcó Clarence Seedorf, pero
empató Lucarelli de penalti, tras una acción que dejaba al Milan con 10. Sin embargo,
Seedorf volvía a poner el 2-1, a lo que respondió de nuevo el 99 con un magnífico gol
de falta. En la celebración, Cristiano levanta el puño hacia la grada y se besa el
antebrazo donde tiene tatuado el escudo de los ultras. Empate a dos final. El delirio
de los livorneses no era más que el preludio de tres años de gloria sin matices.
Dicen los livorneses que «en Livorno, el fútbol, la política y la vida son todo lo
mismo». Lucarelli se convertirá en la bandera de ese lema. Cada gol es una carrera
hacia la curva, donde en cada partido hay pancartas reivindicativas por el despido de
trabajadores de una fábrica o pidiendo la libertad de algún activista detenido, y el 99
sabe que una celebración de gol con ellos es una foto para la causa. En una ocasión,
tras varios arbitrajes sospechosamente contrarios al Livorno, declara: «Quieren que
bajemos porque ven muchas banderas del Che Guevara en nuestra grada. Ya lo han
hecho antes con otros equipos». Temor infundado: con Lucarelli vistiendo la 99, todo
serán éxitos para el Livorno.
Al tiempo que rechaza ofertas millonarias de Rusia, Cristiano cumple otro sueño:
lidera la época más exitosa de la historia del Livorno Calcio. En tres años en Serie A
sus números son impresionantes: 72 goles (para un total de 101 en las cuatro
campañas), el mantenimiento holgadísimo en la Serie A (incluyendo el momento más
importante de la historia del club: la participación en la Copa de la UEFA 2006-07,
con cinco goles de Lucarelli en siete partidos, y un tanto histórico: el cabezazo del
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