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Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado

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Vikash Dhorasoo: el rebelde demasiado rebelde

Su color de piel lo delata: origen asiático. En concreto de las Islas Mauricio, de

donde su padre emigró a Francia para que naciera él. Y su color de piel lo define,

luchador infatigable contra el racismo en el fútbol y contra toda forma de

discriminación. Vikash Dhorasoo tenía pinta de intruso hasta en el multicultural

fútbol francés, y su pinta de intelectual maldito no era una pose: nunca se calló, nunca

fue cómodo.

Cuando jugaba mostraba maneras de diablo de la delantera, rápido e imaginativo,

y cuando salía del campo no solía callarse. Se pronunció sin disimulo en favor de la

integración de los más pobres de Francia desde una perspectiva bien política, sin el

paternalismo caritativo de otros compañeros de profesión. Y dio voz al colectivo

homosexual, si no pisoteado, sí silenciado en el fútbol, que quizá es la peor manera

de pisotear. Siendo jugador en activo apadrinó el Paris Foot Gay, un equipo de fútbol

de homosexuales que lucha contra la discriminación en el deporte. Políticamente

tampoco le costó mojarse. Es un espolón del Partido Socialista francés que apoyó

públicamente a Ségolène Royal en las elecciones de 2007 (las que finalmente ganó

Nicolas Sarkozy) y posteriormente hizo lo mismo con François Hollande. Su respaldo

a la —finalmente fallida— medida del actual Primer Ministro francés de subir los

impuestos hasta el 75% a los que ganan más de un millón de euros («El país está en

crisis. Debemos conseguir el dinero de quien lo tiene», escribió) le enfrentó con los

ricos de su país y contra gran parte del mundo del fútbol: el periodista de Canal Plus,

Pierre Menes, todo un peso pesado del fútbol francés, le llamó «hipócrita» y dijo que

«qué fácil es apoyar eso cuando viajas en un Aston Martin». Dhorasoo ha seguido en

sus trece: «La propuesta es buena para el país. ¿A quién le importa si es buena para el

fútbol profesional?».

Dhorasoo jugó en el Le Havre, el Olympique Lyonnais, el Girondins de Burdeos,

el Milan, el Olympique de Marsella y, aunque no llegó a debutar, firmó un breve

contrato al final de su carrera con el Livorno Calcio (desde el que intentaría

infructuosamente regresar al Le Havre, ahora en Segunda División). Fue bicampeón

de Francia con el Lyon y elegido mejor jugador del campeonato galo en 2004, justo

antes de ser transferido al Milan. Jugó 18 veces con la selección francesa, incluida su

participación en el Mundial de 2006. Al acabar, hastiado por su papel y por el trato

del seleccionador Raymond Domenech, pidió no volver a ser convocado con el

equipo nacional: «Si me llaman no renunciaré, pero el equipo nacional ha dejado de

interesarme», dijo.

Su heterodoxia no ha sido sólo social y política, sino también futbolística. En el

Mundial de 2006, el que todos recordamos como el del cabezazo de Zidane a

Materazzi, dio un paso inimaginable para un futbolista profesional, normalmente

esclavo de los códigos no escritos de la intimidad de los equipos. En el vestuario,

como si fuera un pasatiempo personal, se dedicó a grabar lo que sucedía con una

www.lectulandia.com - Página 203

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