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Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado

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de porteros, en el Wolfsburgo en 2007, fue curiosa. Felix Magath, el estrambótico

entrenador famoso en España por dirigir a Raúl en el Schalke 04, lo contrató como

entrenador de los guardametas. Pero como se negó a trabajar más de tres días por

semana, y llegó al equipo un nuevo portero que decidió traerse su propio entrenador

personal, en enero de 2008 fue despedido. Tras esa experiencia, dirigió al equipo en

el que empezó, el TSV Lensahn, y consiguió el ascenso en una liga de aficionados.

Ganar el partido decisivo fue para Ippig «el momento más feliz de mi vida».

Las cosas no terminan de funcionar entre el fútbol profesional y Volker Ippig.

Tiene su lógica. Tan es así, que actualmente mantiene su escuela de porteros, pero

para ayudar a su familia (una compañera y dos hijos) trabaja en el puerto de

Hamburgo, como un obrero más. Su cota de glamour la cumplió en 2006, cuando

hizo un pequeño papel en FC Venus, una comedia que trata de un equipo de fútbol

que juega un partido contra sus mujeres.

Un día, el St Pauli fue un laboratorio en el que el fútbol pudo redefinir sus

relaciones y sus reglas. Fue uno de los últimos intentos utópicos de cambiar el

balompié profesional. No lo consiguió. Hoy queda una afición izquierdista, sí; un

club izquierdista, sí. Pero nunca llegó a ser lo que soñó su portero melenudo de los

80. «Yo todo lo que soy se lo debo al fútbol», dice, muy camusiano, Volker Ippig.

«Nunca fui el ideólogo que me hicieron parecer, soy más un librepensador», añade. Y,

con ese eterno desengaño del utópico, del que nunca llega a Ítaca, define al actual St

Pauli, el equipo de su corazón: «Millerntorn fue un laboratorio al aire libre para el

fútbol alemán, y la estrecha relación entre los jugadores, los entrenadores y los

aficionados fue un éxito. En aquel momento, todo aquello era real. Hoy es algo

orquestado, artificial. Sólo queda el mito. Todo es un montón de niebla», sentencia.

Tiene razón Ippig. El St Pauli no es el club que él y un grupo de punkis

anarquistas quisieron cimentar. El fútbol ya nunca será lo que algunos utópicos

soñaron, sobre todo al comienzo de los 80. Todo lo inundó el negocio. Y en el fútbol

profesional, ser un guerrero, como enseña Carlos Castaneda, vale para poco. Si acaso,

para caminar solo fuera de la línea de banda que marca el negocio. Pero Volker Ippig

sigue pateándose su camino. Un camino que, quizá, necesite al fútbol lejos, porque

para transitarlo se requiere desprenderse de todo lo demás. «El hombre común está

enganchado a sus prójimos, mientras que el guerrero sólo se necesita a sí mismo».

Palabra de Carlos Castaneda.

www.lectulandia.com - Página 112

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