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Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado

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la carrera en un plisplás, 17 asignaturas seguidas. Era un coco. Y tenía inquietudes:

en 1968 se afilió al PSOE clandestino. «Soy socialista convencido porque, por

encima de todo, creo en la justicia. La justicia, para mí, es casi una necesidad estética,

una cuestión de buen gusto. Empecé a interesarme por el socialismo en mi época

como jugador a través de unas conversaciones que mantuve con un viejo socialista ya

fallecido, Diego Vadillo», contaba. Empezó a defender a jugadores de fútbol contra

sus clubes, para tratar de llevar la justicia al fútbol. Intentó ser directivo en el Betis,

pero discutía con Joaquín Sierra, Quino, el legendario futbolista que se pasó un año

sin jugar por sus reivindicaciones laborales, y siempre acababa dándole la razón. No

valía para estar al otro lado. La vida los llevaría a, un 23 de enero de 1978, ser las dos

cabezas visibles de la fundada aquel día Asociación de Futbolistas Españoles, el

primer sindicato de futbolistas de la historia de España. Quino era el presidente y

Cabrera Bazán, su asesor. Por entonces ya ascendía en el organigrama del PSOE, y

poco después llegó a senador, en una campaña que tuvo como lema Métele un gol al

Senado y que sirvió para acrecentar las críticas que sufrió cuando se dedicó a asesorar

a la AFE: que utilizaba el fútbol para ascender en política.

Casado con Carmen Laffón, pintora y Premio Nacional de Artes Plásticas en

1982, su carrera como senador duró lo que su buena relación con Felipe González.

Con la mayoría absoluta del año de Naranjito ya puesta de largo, le llevó la contraria

en un asunto y Felipe dictó sentencia: «Los cementerios políticos están llenos de

cabezas calientes como la tuya», le espetó. Decía Cabrera de González que era «frío

como una serpiente».

Como presidente de la Cámara de Cuentas de la Junta de Andalucía trató de

investigar a Jesús Gil y fue el primero que lo llevó a los tribunales por su afán de

ocultar los números del Ayuntamiento de Marbella. Cabrera ahí tampoco tenía las

manos limpias del todo: fue el asesor de una operación inmobiliaria para urbanizar

200 hectáreas en Barbate (Cádiz). Como intermediario de aquel asunto andaba por

allí un nombre que recuerda a cloacas y corrupción: Juan Guerra, hermano del eterno

número dos del PSOE y reconocido corrupto mayor del reino de los gobiernos

socialistas de González. Fue el comienzo del célebre caso Juan Guerra. Para

solucionarlo, Cabrera Bazán pronunció una frase cuando menos desafortunada: «El

tráfico de influencias deja de ser negativo cuando lo que se tramita a través de esa

influencia es perfectamente legítimo». Juan Cabrera Bazán murió el 28 de abril de

2007 a la edad de 77 años.

www.lectulandia.com - Página 175

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