Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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Damiano Tommasi: la izquierda cristiana
Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que ser mileurista no era una aspiración
social, sino un estigma. Eso era así en 2005, cuando Damiano Tommasi, jugador de la
Roma, le pidió al club que le rebajara el sueldo a 1.500 euros mientras se recuperaba
de una lesión. El gesto, que podría quedar como algo para la galería para cualquier
otro jugador, era imposible que lo fuera en un hombre de recta moral como él, el
representante de una izquierda cristiana que no ha tenido en el fútbol un caladero de
vocaciones. Así, Tommasi pasó a ser llamado por el locutor del Olímpico de Roma
Anima Candida [Alma Pura], y con tan poco futbolero mote se quedó.
Pacifista, profundamente implicado en causas sociales y de caridad, a lo largo de
su carrera Tommasi fue un ejemplo de rectitud moral. Desde el principio: cuando en
1998, con 24 años y todavía haciéndose un nombre en la Roma, fue llamado por
primera vez a la selección nacional, se salió del carril del he-cumplido-un-sueño e
hizo una declaración inesperada: «Es evidente que es algo que no me merezco», dijo.
Ahí, Italia y el mundo empezaron a acostumbrar el oído a su discurso, el de un
pacifista que fue objetor de conciencia.
En 2006, tras diez campañas en la Roma, ya recuperado de su lesión y con menos
dinero en el bolsillo del que le hubiera correspondido, se marchó al Levante. Dos
años después, la cadena de televisión Popular TV del Mediterráneo publicó una
conversación entre el presidente del club, Julio Romero, y el jugador granota Iñaki
Descarga, en el que se demostraba que el partido contra el Athletic de Bilbao de la
última jornada de la liga 2006-07 se había vendido, según contaban los protagonistas
de la llamada, para acercarse a Ángel María Villar, exjugador, reconocido hincha del
club bilbaíno y, sobre todo, presidente de la Real Federación Española de Fútbol.
Como todo lo relacionado con sus cloacas, al fútbol español se le olvidó investigar
todo aquello. Tommasi negó haberse vendido, y en la guerra de sobreentendidos en la
que quedó todo, salió indemne: nadie dudó de él.
Tras pasar por el Queen’s Park Rangers y jugar en China, el italiano, casado y con
cinco hijos, se retiró. No tardó mucho en ser elegido presidente de la Associazione
Italiana di Calciatori, el sindicato de jugadores italianos, sucediendo en el cargo al
histórico Sergio Campana, que llevaba 43 años al mando de la organización.
Paradójicamente, su homónimo sindicalista en España es Alberto Rubiales,
compañero suyo en el Levante que supuestamente participó en el apaño el partido
contra el Athletic. Su respetada figura ha servido para unir al colectivo de jugadores
italianos, aunque no le ha valido de escudo para las críticas. El columnista del
Corriere della Sera Aldo Grasso escribió de él: «Con su pinta de altermundista,
Tommasi defiende a una casta de hiperprivilegiados. Hoy aparece como un
alternativo de izquierdas que no es más que parte del espectáculo».
No han sido esas las palabras más duras que le han lanzado a Tommasi. Incluso
desde la izquierda, y muy especialmente desde los colectivos homosexuales, fue
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