Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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Eñaut Zubikarai Goñi
Quién sabe qué le pasaría por la cabeza aquella madrugada del 16 de abril de
1989. Quizá, aquella noche de sábado, ese crío de cinco años se acostó soñando con
fútbol. Con la Real. O quizá no. Demasiado pequeño. Pero seguro que se asustó
cuando en medio de la noche oyó golpes, y muchos gritos, y disparos, aunque todavía
no sabía qué eran los disparos. Y seguro que vivió con terror cómo unos señores que
no conocía lo sacaban de la cama en brazos y, mientras retenían a sus padres, se lo
llevaban a vete a saber dónde, que terminó siendo a casa de su abuela. Quizá, antes de
esa madrugada de sueño interrumpido, sus padres, Kandido e Iñake, le habían
contado que unos hombres que llevaban unos días viviendo con ellos en casa eran
unos amigos. Porque quizá lo eran. Lo que es seguro es que, tras aquella noche, Eñaut
comenzó una nueva vida sin sus padres. A su madre tardaría años en verla en libertad,
y a su padre nada menos que 22, cuando Eñaut Zubikarai ya era portero de la Real
Sociedad.
Aquella noche, la Guardia Civil entró en la casa de Kandido Zubikarai e Iñake
Goñi en la calle Ibaiondo número 7 de Ondarroa para detenerlos a ellos y a los tres
miembros del comando Eibar de ETA que escondían, Iosu Ziganda Eneko, Fermín
Urdiain Txiki y Juan Carlos Balerdi. Para el matrimonio fue el día en el que a su
pasaporte vital le estamparon el sello de la prisión. En el caso del padre, hasta
convertirse en un preso histórico de la banda. La justicia probó que Zubikarai, que
reconoció ser miembro de ETA y hacer labores de información para su entramado
criminal, participó en la infraestructura de dos atentados del Comando Eibar. Uno de
ellos, el asesinato con dos disparos del empresario Engraciano González Macho
(natural de Ondarroa, el pueblo donde vivía Zubikarai, y que González Macho
abandonó tras recibir amenazas de ETA para establecerse en Getaria), dueño del pub
Antxi de Zarautz, al que acusaban de traficar con drogas. El otro, el de dos Guardias
Civiles, Federico Carro y Manuel Ávila, con un coche bomba que se activó a su paso.
En ambas acciones, Zubikarai esperaba en el coche para trasladar a los terroristas tras
ejecutar a sus víctimas.
La historia de Eñaut Zubikarai, a quien casi unánimemente le consideran los que
le conocen, un chaval educado y humilde, resulta imposible de disociar de la de su
familia. Jesús María Zubikarai Badiola Jhisa, hermano de su padre y simpatizante de
Euzkadiko Ezkerra [literalmente «la Izquierda de Euskadi», escisión de ETA a finales
de los 70 que terminaría integrándose en el PSOE], fue asesinado a tiros por un
comando del grupo ultraderechista Batallón Vasco Español. Ocurrió en 1980, en los
años más duros del terrorismo en Euskadi, y nunca se condenó a su asesino o
asesinos. Los polimilis de ETA, la rama de la organización que abogaba por la
complementación de la acción política con los atentados, enviaron una corona a su
multitudinario entierro.
En la trayectoria profesional de Eñaut Zubikarai, que se ha desarrollado
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