Futbolistas de izquierdas - Quique Peinado
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guardia civil nacido en un pueblo de La Rioja. «Eran los años 40 y se apuntó a la
Guardia Civil porque le pagaban 200 pesetas al mes, que un aldeano no ganaba ni
loco trabajando la tierra», explicaba el exjugador en una entrevista en El Correo en
2011. Cuenta la leyenda, falsa de toda falsedad, que el menudo delantero se había
llegado a enfrentar a Iribar a cuenta de un comentario del Chopo contra la
Benemérita. «Lo publicó Don Balón, sin firma, en una sección que se llamaba
“Balonazos”. Nada más lejos de la verdad. Sencillamente nunca sucedió, es mentira,
se lo inventaron. No sabéis lo que Iribar ha querido siempre a mi padre», añadía.
Así que la decisión de salir con la ikurriña también fue unánime en el vestuario
del Athletic. «Si hubieran dicho que no, vete a saber, quizá no la hubiéramos sacado,
porque la esencia era que la portaran los dos grandes equipos vascos», reconoce hoy
De la Hoz.
Una vez conseguido mantener el secreto y el visto bueno de las dos plantillas,
llegaba la parte de peli de aventuras: meter la ikurriña en Atocha. Ese día, Josean de
la Hoz no estaba convocado. Le pidió a su hermana que cosiera una ikurriña. Ella era
la única en la casa familiar de Getaria que sabía qué iba a ocurrir. Ni sus padres
sospechaban que cuando el hijo salió de comer rumbo al estadio tenía entre manos un
plan tan arriesgado. Para colmo, la Policía Nacional lo paró de camino. Le registraron
el coche, pero no dieron con la bandera. El resto es una historia para que la cuente el
exjugador en primera persona: «Llegué a Atocha, que tenía unos ventanales que
daban a la calle Duque de Mandas. Una de esas ventanas era del vestuario de la Real,
y yo ya había advertido a alguien que iba a tocar para pasarles la bandera. Golpeé el
cristal, me abrieron y entregué el paquete. Luego, aunque no estaba convocado, como
jugador de la Real tenía acceso al estadio y entré normalmente. Después se produjo la
consulta con nuestros jugadores y los del Athletic, y cuando se decidió que se iba a
hacer, el problema era cómo pasar la ikurriña del vestuario al campo. Para ir de un
sitio al otro había que pasar por un foso, que siempre, y más en estos partidos, estaba
atestado de policía nacional. Se la di a Salva Iriarte, que la metió en el campo en la
bolsa donde llevábamos el agua y las esponjas, y se sentó en el banquillo. Así que les
dije a todos: “No os preocupéis. La bandera está en el banquillo, la tiene [Salva]
Iriarte. Yo la cogeré y saltaré al campo para entregárosla”. Y así fue. Los equipos
salían en dos filas paralelas. Yo me puse en medio, y caminé con ellos tras la bandera
extendida y sujetada por Iribar y Kortabarria. Si la policía hubiera decidido intervenir,
tenía que haberse metido por en medio de esa formación. Hubiera sido una imagen
muy dura. Cuando acabó todo, los demás tenían que jugar el partido, pero yo tenía
que volver al foso del vestuario donde estaba la Policía Nacional. Honestamente,
esperaba que en ese momento me detuvieran y me llevaran otra vez al Gobierno
Civil. Pero sorprendentemente no lo hicieron. Claro, que el respaldo fue tan unánime,
todo fue tan emocionante, la gente reaccionó con tanto estruendo que era complicado
que en ese momento hicieran algo. Así que vi el partido pensando que esperarían dos
o tres días, los que fueran, para detenerme. Pero no. Ni me miraron. Como si aquello
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