Catecismo Romano - amor de la verdad
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<strong>la</strong> Ley que preguntó en el Evangelio a nuestro Salvador, que era lo que había <strong>de</strong> hacer para poseer <strong>la</strong> vida<br />
eterna, como si dijera: ¿cuáles son <strong>la</strong>s cosas que <strong>de</strong>bo obrar para llegar a aquel lugar don<strong>de</strong> pueda gozar <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
felicidad perpetua? Y en este sentido entien<strong>de</strong>n igualmente estas pa<strong>la</strong>bras <strong>la</strong>s santas Escrituras, come se pue<strong>de</strong><br />
observar en muchos lugares 449 .<br />
III. Por qué <strong>la</strong> suma bienaventuranza se l<strong>la</strong>ma vida perdurable.<br />
196. Se l<strong>la</strong>mó con este nombre <strong>de</strong> vida perdurable aquel<strong>la</strong> suma bienaventuranza a fin <strong>de</strong> que nadie<br />
creyera que el<strong>la</strong> consiste en cosas corporales y caducas que no pue<strong>de</strong>n ser eternas. Y en efecto esta misma voz<br />
<strong>de</strong> bienaventuranza no podía explicar suficientemente lo que se <strong>de</strong>seaba, pues no faltaron hombres hinchados<br />
con <strong>la</strong> reputación <strong>de</strong> una vana sabiduría, que pusieron el sumo bien en estas cosas que perciben los sentidos;<br />
mas estas se envejecen y acaban, cuando <strong>la</strong> bienaventuranza jamás podrá acabarse. Y lo que es más, siendo así<br />
que tan lejos están estas cosas terrenas <strong>de</strong> hacernos verda<strong>de</strong>ramente felices, que quien más se <strong>de</strong>ja cautivar <strong>de</strong><br />
su <strong>amor</strong> y afición, es el que más se aparta <strong>de</strong> <strong>la</strong> verda<strong>de</strong>ra bienaventuranza ; pues está escrito: “No queráis<br />
amar el mundo, ni a sus cosas. Si alguno ama el mundo, <strong>la</strong> caridad <strong>de</strong>l Padre no está en él”, y poco <strong>de</strong>spués:<br />
“El mundo pasa, y pasa también con él su concupiscencia” 450 . Estas son unas verda<strong>de</strong>s que han <strong>de</strong> cuidar<br />
mucho los Párrocos <strong>de</strong> gravar en los corazones <strong>de</strong> los fieles, para que se resuelvan a <strong>de</strong>spreciar todo lo<br />
perece<strong>de</strong>ro, y se persuadan firmemente que ninguna felicidad se pue<strong>de</strong> alcanzar en esta vida, en <strong>la</strong> cual no<br />
somos ciudadanos sino peregrinos.<br />
Aunque también po<strong>de</strong>mos consi<strong>de</strong>rarnos aquí bienaventurados en esperanza, si renunciando a <strong>la</strong><br />
impiedad y <strong>de</strong>seos <strong>de</strong>l siglo, viviéremos en él sobria, justa y santamente 451 , esperando <strong>la</strong> gloria eterna y <strong>la</strong><br />
venida gloriosa <strong>de</strong>l gran Dios y nuestro Salvador Jesucristo. Mas por haber ignorado estas verda<strong>de</strong>s muchos<br />
que se reputaban por sabios, y haber pensado que <strong>la</strong> felicidad se había <strong>de</strong> buscar en esta vida, vinieron a<br />
hacerse necios, y a caer en <strong>la</strong>s más gran<strong>de</strong>s miserias. Igualmente enten<strong>de</strong>mos por este nombre <strong>de</strong> vida<br />
perdurable, que aquel<strong>la</strong> felicidad una vez conseguida, nunca se pue<strong>de</strong> per<strong>de</strong>r, ¡como falsamente pensaron<br />
algunos. Porque consistiendo <strong>la</strong> verda<strong>de</strong>ra felicidad en <strong>la</strong> reunión <strong>de</strong> todos ¡los bienes sin mezc<strong>la</strong> <strong>de</strong> mal<br />
alguno, y tal que satisface perfectamente el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong>l hombre, necesariamente ha <strong>de</strong> consistir en <strong>la</strong> vida eterna;<br />
pues el bienaventurado no pue<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> querer muchísimo estar perpetuamente gozando <strong>de</strong> aquellos bienes<br />
que ha conseguido. Por lo cual si esta posesión no fuese cierta y estable, necesariamente el temor <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r<strong>la</strong><br />
proporcionaría grandísimo tormento.<br />
IV. La eterna bienaventuranza ni pue<strong>de</strong> compren<strong>de</strong>rse ni menos explicarse.<br />
197. Por otra parte, estas mismas pa<strong>la</strong>bras Vida perdurable, nos dan a enten<strong>de</strong>r suficientemente que <strong>la</strong><br />
felicidad <strong>de</strong> loa bienaventurados que viven en <strong>la</strong> patria celestial es tan gran<strong>de</strong>, que solos ellos y ningún otro<br />
pue<strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r. Porque cuando para significar alguna cosa usamos <strong>de</strong> un nombre que es común a otras<br />
muchas, luego conocemos que nos falta <strong>la</strong> propia voz para explicar enteramente lo que intentamos. Siendo,<br />
pues cierto que expresamos <strong>la</strong> felicidad eterna con unas pa<strong>la</strong>bras igualmente comunes a todos los que viven<br />
perpetuamente, así bienaventurados; como con<strong>de</strong>nados, bien po<strong>de</strong>mos enten<strong>de</strong>r que el<strong>la</strong> es cosa tan sublime y<br />
excelente que no po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>c<strong>la</strong>rar<strong>la</strong> perfectamente con alguna pa<strong>la</strong>bra propia. Pues aunque también otros<br />
muchos nombres se aplican en <strong>la</strong>s santas Escrituras a esta celestial bienaventuranza, como son Reino <strong>de</strong><br />
Dios 452 , <strong>de</strong> Cristo, <strong>de</strong> los Cielos 453 , Paraíso 454 , Ciudad Santa 455 , nueva Jerusalén 456 , Casa <strong>de</strong>l Padre 457 , con todo<br />
449 ―Acercósele entonces un hombre joven que le dijo: Maestro bueno, ¿qué obras buenas <strong>de</strong>bo hacer para conseguir <strong>la</strong><br />
vida eterna?‖ Matth., XIX, 16. ―Asi que salió para ponerse en camino, vino corriendo uno, y arrodil<strong>la</strong>do a sus pies, le<br />
preguntó: ¡Oh buen Maestro!, ¿qué <strong>de</strong>bo yo hacer para conseguir <strong>la</strong> vida eterna?‖ Marc, X, 17. ―La vida eterna consiste en<br />
conocerte a ti, sólo Dios verda<strong>de</strong>ro, y a Jesucristo, a quien tú enviaste.‖ Joan., XVII, 3.<br />
450 “Nolite dirigere mundum, ñeque ea quae in mundo sunt. Si quis diligit mundum, non est charitas Patris in eo.<br />
Mundus transit et concupiscentia eius.” S. Joan., II, 15-16,<br />
451 ―Renunciando a <strong>la</strong> impiedad y a <strong>la</strong>s pasiones mundanas, vivamos sobria, justa y religiosamente en este siglo,<br />
aguardando <strong>la</strong> bienaventurada esperanza y <strong>la</strong> venida gloriosa <strong>de</strong>l gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo.‖ Tito, II, 13.<br />
452 ―Buscad primero el reino <strong>de</strong> Dios y su justicia.‖ Matth., VI, 33. ―Mi reino no es <strong>de</strong> este mundo.‖ Joan., XVIII, 38.<br />
453 ―Bienaventurados los pobres <strong>de</strong> espíritu: porque <strong>de</strong> ellos es el reino <strong>de</strong> los cielos.‖ ―Bienaventurados los que pa<strong>de</strong>cen<br />
persecución por <strong>la</strong> justicia: porque <strong>de</strong> ellos es el reino <strong>de</strong> los cielos.‖ Mateo, V, 3, 10.<br />
454 ―Vivías en medio <strong>de</strong>l paraíso <strong>de</strong> Dios‖. Ezech., XXVIII, 13. ―Jesús le dijo: En <strong>verdad</strong> te digo, que hoy estarás conmigo en<br />
el paraíso.‖ Lnc, XXIII, 43.<br />
455 ―Levántate, levántate, oh Sion; ármate <strong>de</strong> fortaleza; vístete <strong>de</strong> tus ropas <strong>de</strong> ga<strong>la</strong>, oh Jerusalén, ciudad <strong>de</strong>l Santo.‖ Isai.,<br />
LII, 1. ―Vi <strong>la</strong> ciudad santa, <strong>la</strong> nueva Jerusalén.‖ Apoc, XXI, 3.<br />
456 ―Al que venciere... escribiré sobre él el nombre <strong>de</strong> mi Dios, y el nombre <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudad <strong>de</strong> mi Dios <strong>la</strong> nueva Jerusalén.‖<br />
Apoc, III, 12.<br />
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