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Catecismo Romano - amor de la verdad

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otorgó a <strong>la</strong> Santísima Virgen María, a <strong>la</strong> que adornó con <strong>la</strong>s mayores prerrogativas <strong>de</strong> sus divinos dones; y <strong>la</strong>s<br />

felicitaciones que dirigimos a <strong>la</strong> misma Virgen por esta dicha singu<strong>la</strong>r. Por eso <strong>la</strong> Iglesia se comp<strong>la</strong>ce en repetir<br />

muchas veces <strong>la</strong> Salutación Angélica, a <strong>la</strong> que aña<strong>de</strong> algunas otras preces en nuestro favor; y le dirige otras<br />

oraciones para implorar el auxilio <strong>de</strong> <strong>la</strong> Santísima Virgen, cuya voluntad <strong>de</strong> favorecer al humano linaje no tiene<br />

límites.<br />

[Capítulo 6] A quiénes se <strong>de</strong>be orar<br />

[1-2] En primer lugar <strong>la</strong> oración <strong>de</strong>be dirigirse a Dios, para invocar su santo Nombre (Sal. 49 15.). En<br />

segundo lugar <strong>de</strong>be invocarse también a los Santos que están en el cielo, a cuyo auxilio recurrimos. [3-4] Sin<br />

embargo hay que tener en cuenta que el modo <strong>de</strong> invocar a Dios y a los Santos es distinto: a Dios le pedimos<br />

que El mismo nos dé bienes o nos libre <strong>de</strong> males, mientras que a los Santos sólo los invocamos para que, por su<br />

valimiento ante Dios, sean nuestros intercesores ante el Señor (Apoc. 8 3-4.). Por eso, nunca <strong>de</strong>be atribuirse <strong>de</strong><br />

más a algún Santo lo que es propio <strong>de</strong> Dios.<br />

[Capítulo 7] Preparación que <strong>de</strong>be hacerse para orar<br />

[1] Dos obstáculos principales impi<strong>de</strong>n que <strong>la</strong> oración sea fructuosa: el obrar mal aunque se pida bien, y<br />

el estar distraído mientras se hab<strong>la</strong> con Dios. Por eso, es menester preparar el alma para <strong>la</strong> oración (Eclo. 18<br />

23.); y esta preparación se hace por <strong>la</strong>s siguientes disposiciones:<br />

1º Ante todo por un espíritu humil<strong>de</strong> y obediente, que reconoce sus pecados y se arrepiente <strong>de</strong> ellos<br />

(Sal. 101 18; Eclo. 35 21.), como lo muestra el ejemplo <strong>de</strong>l publicano (Lc. 18 13.) y <strong>de</strong> <strong>la</strong> pecadora arrepentida<br />

(Lc. 7 37-38.); pues el que a Dios se acerca con pecados es indigno, no sólo <strong>de</strong> alcanzar algo <strong>de</strong> Dios, sino<br />

incluso <strong>de</strong> ponerse en su presencia para orar.<br />

[2] 2º En segundo lugar, por <strong>la</strong> mansedumbre y misericordia, evitando: los homicidios y modos<br />

violentos con el prójimo (Is. 1 15.), <strong>la</strong> ira y <strong>la</strong> disensión (I Tim. 2 8.), el no perdonar <strong>la</strong>s injurias (Mc. 11 25; Mt.<br />

6 11.), <strong>la</strong> dureza <strong>de</strong> corazón y aspereza con los pobres (Prov. 21 13.), <strong>la</strong> soberbia (I Ped. 5 5.), y el menosprecio<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> Dios (Prov. 28.); pues todos esos pecados impi<strong>de</strong>n sobremanera que Dios acceda a lo que<br />

pedimos en <strong>la</strong> oración.<br />

[3] 3º En tercer lugar, por <strong>la</strong> fe (Rom. 10 14.), sin <strong>la</strong> cual no po<strong>de</strong>mos conocer el po<strong>de</strong>r eterno <strong>de</strong> Dios,<br />

ni su misericordia, ni tener por lo tanto <strong>la</strong> confianza necesaria para orar (Mt. 21 22.). Al contrario, si tenemos<br />

<strong>la</strong> fe y <strong>la</strong> esperanza cierta <strong>de</strong> alcanzar lo que pedimos, lo conseguiremos <strong>de</strong> Dios (Sant. 1 6.). [6] Por eso hay que<br />

pedir a Dios que aumente nuestra fe (Lc. 17 5; Mc. 9 23.), y nosotros, por nuestra parte, hemos <strong>de</strong> hacer todo lo<br />

posible para conformar a <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios todos nuestros pensamientos, obras y oraciones (Jn. 15 7.). [4-5]<br />

Los motivos <strong>de</strong> esta fe son: • <strong>la</strong> misma bondad <strong>de</strong> Dios hacia nosotros, manifestada al mandarnos que lo<br />

l<strong>la</strong>memos Padre (Mt. 23 9.); • el gran número <strong>de</strong> personas que por <strong>la</strong> oración obtuvieron beneficios <strong>de</strong> Dios;<br />

• <strong>la</strong> intercesión <strong>de</strong> Cristo nuestro Señor (I Jn. 2 1-2; Rom. 8 34; I Tim. 2 5; Heb. 2 17.); • el mismo Espíritu<br />

Santo, que es el que nos mueve a orar y ayuda a nuestra f<strong>la</strong>queza (Rom. 8 15; Gal. 4 6.).<br />

[Capítulo 8] Modo requerido para orar<br />

[1] Muchas veces no conseguimos lo que pedimos porque pedimos mal (Sant. 4 3.). Por lo tanto,<br />

importa saber el modo correcto para orar bien.<br />

[1-5] 1º Débese orar en espíritu y en <strong>verdad</strong> (Jn. 4 23.), esto es, con el afecto íntimo y ardiente <strong>de</strong>l<br />

alma. Y aunque este modo <strong>de</strong> orar no excluye <strong>la</strong> oración vocal, ha <strong>de</strong> darse preferencia a <strong>la</strong> oración nacida <strong>de</strong> un<br />

espíritu fervoroso, <strong>la</strong> íntima nacida <strong>de</strong>l corazón, aunque no se exprese con pa<strong>la</strong>bras (I Rey. 1 10, 13, 27.). Se ha<br />

<strong>de</strong> observar aquí: • que <strong>la</strong> oración vocal es útil para excitar los afectos <strong>de</strong>l que ora; • que <strong>la</strong> oración vocal es más<br />

necesaria en <strong>la</strong> oración pública que en <strong>la</strong> oración privada; • que en <strong>la</strong> oración vocal <strong>de</strong>ben huirse dos excesos: —<br />

<strong>la</strong> locuacidad o vano sonido <strong>de</strong> pa<strong>la</strong>bras propio <strong>de</strong> los infieles, que no hay que confundir con <strong>la</strong>s oraciones<br />

<strong>la</strong>rgas <strong>de</strong> un espíritu fervoroso, y que nuestro Señor mismo practicó (Lc. 6 12; Mt. 26 41, 42, 44.); — y <strong>la</strong><br />

hipocresía o <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ser visto por los hombres (Mt. 6 5-6.).<br />

[6] 2º Débese orar con perseverancia, sin <strong>de</strong>sfallecer al ver que no alcanzamos al punto lo que<br />

pedimos. Nuestro Señor, en el Evangelio, manifestó repetidas veces que <strong>de</strong>sea esta nuestra perseverancia en <strong>la</strong><br />

oración, si queremos ser escuchados (Lc. 18 1-3; I Tes. 5 17.).<br />

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