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Catecismo Romano - amor de la verdad

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X. Este precepto ha <strong>de</strong> tenerse por el mayor <strong>de</strong> todos.<br />

734. Explicadas estas cosas se ha <strong>de</strong> añadir que este mandamiento es el primero y el mayor <strong>de</strong> todos, no<br />

sólo en el or<strong>de</strong>n, sino también en <strong>la</strong> naturaleza, dignidad y excelencia. Pues por infinitas razones <strong>de</strong>bemos amar<br />

y respetar a Dios más que a todos los Señores y Reyes 1049 . Porque El nos crió, nos gobierna, nos mantuvo en el<br />

en alguna posada, o <strong>de</strong> viaje: tal vez está durmiendo, y así es menester <strong>de</strong>spertarle. Gritaban, pues, ellos a gran<strong>de</strong>s<br />

voces: y se sajaban, según su rito, con cuchillo y <strong>la</strong>ncetas, hasta llenarse <strong>de</strong> sangre. Mas, pasado ya el mediodía, y<br />

mientras proseguían en sus invocaciones, llegó el tiempo en que suele ofrecerse el sacrificio, sin que se oyese ninguna<br />

voz, ni hubiese quien respondiera, ni respondiera a los que oraban. Dijo entonces Elías a todo el pueblo: Acercaos a mí;<br />

y acercándose a él el pueblo, reparó el altar <strong>de</strong>l Señor que había sido arruinado.<br />

Tomó doce piedras, según el número <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tribus <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Jacob, a quien habló el Señor, diciendo: Israel será tu<br />

nombre. Y con dichas piedras edificó el ara o altar en el nombre <strong>de</strong>l Señor; e hizo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l altar una reguera, como<br />

dos pequeños surcos, y acomodó <strong>la</strong> leña; y dividiendo el buey en trozos, puzoles sobre <strong>la</strong> leña, y dijo: llenad cuatro<br />

cántaros <strong>de</strong> agua, y verted<strong>la</strong> sobre el holocausto y sobre <strong>la</strong> leña. Y dijo <strong>de</strong>spués: Hacedlo segunda vez: y habiéndolo<br />

hecho segunda vez, añadió: Repetidlo aun por tercera. E hicieron lo mismo por tercera vez; <strong>de</strong> suerte que corría el agua<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l altar, y quedó <strong>la</strong> reguera llena <strong>de</strong> agua. Siendo ya el tiempo <strong>de</strong> ofrecer el holocausto, acercóse el profeta<br />

Elías, y dijo: Oh Señor Dios <strong>de</strong> Abraham, y <strong>de</strong> Isaac, y <strong>de</strong> Israel; muestra hoy que tú eres el Dios <strong>de</strong> Israel, y que yo soy<br />

tu siervo, y que por tu mandato he hecho todas estas cosas. Óyeme, oh Señor; escúchame: a fin <strong>de</strong> que sepa este pueblo<br />

que tu eres el Señor Dios, y que tú has convertido <strong>de</strong> nuevo sus corazones. De repente bajó fuego <strong>de</strong>l cielo, y <strong>de</strong>voró el<br />

holocausto, y <strong>la</strong> leña, y <strong>la</strong>s piedras, y aún el polvo, consumiendo el agua que había en <strong>la</strong> reguera. Visto lo cual por todo<br />

el pueblo, postráronse todos sobre sus rostros, diciendo: el Señor es el Dios, el Señor es el Dios verda<strong>de</strong>ro.” III, Reg.<br />

XVIII, 21-39.<br />

1049 ―Si, como dice un sabio gentil, no po<strong>de</strong>mos pagar a los dioses ni a los padres, que nos dan so<strong>la</strong>mente esta casa <strong>de</strong><br />

alquiler en que mora el alma, ¿cuánto te <strong>de</strong>bo, verda<strong>de</strong>ro Dios y único Señor mío, pues me diste alma, cuerpo y todo<br />

cuanto yo soy? Con <strong>la</strong>s cuerdas <strong>de</strong> Adán dices que me traerás y con ataduras <strong>de</strong> <strong>amor</strong>. Estos cor<strong>de</strong>les son <strong>la</strong>s merce<strong>de</strong>s<br />

que hiciste a Adán y a sus hijos. Dices en esto que harás tales obras al hombre, que lo traerás a ti. Si el amar es querer<br />

bien para el amado, tanto <strong>de</strong>cimos que amas a uno cuanto mayores bienes le comunicas; y si al que más amas haces<br />

más bien, si yo quisiera entrar en cuenta contigo, y sumar los bienes que <strong>de</strong> tu mano he recibido, faltará el tiempo y<br />

primero se acabará <strong>la</strong> vida que se acabe tan <strong>la</strong>rga cuenta.<br />

Cuantos miembros tengo en mi cuerpo, tantos beneficios hallo, por los cuales <strong>de</strong>bo ame. Si uno perdiese un ojo ¿qué<br />

tanto le amaría al que se lo restituyese? Si uno mereciese per<strong>de</strong>r sus ojos ¿cuánto amaría al que se los conservase? No<br />

menos <strong>de</strong>bo yo amar al que me dio los ojos y me los conserva, pues muchas veces, usando mal <strong>de</strong> ellos, merecí per<strong>de</strong>rlos.<br />

Esto mismo consi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> los otros miembros; y ¿cuánto más sería obligado a amar al que siendo muerto me resucitase?<br />

¡Oh, Hacedor <strong>de</strong> mi vida, Restaurador y Conservador <strong>de</strong> el<strong>la</strong>! ¿Qué hay en mí que no haya recibido <strong>de</strong> ti? Y si tanto es<br />

justo que te ame por el cuerpo y vida que me diste, ¿por qué no te amaré, y mucho más, por el alma racional que en mí<br />

criaste, pues sin comparación es más prestante y excelente que este cuerpo mortal y corruptible? Y si esta mi alma<br />

perdiese el uso <strong>de</strong> <strong>la</strong> razón ¿cuánto amaría yo al que se lo restituyese? Mucho, pues, te <strong>de</strong>bo amar, pues me diste uso <strong>de</strong><br />

razón, alma, cuerpo y vida, y conservas esta unión, mereciendo muchas veces <strong>la</strong> muerte por mis pecados.<br />

Levanta, pues, alma mía, todos tus pensamientos a este inefable <strong>amor</strong> <strong>de</strong> tu Dios. Ninguna cosa hay más justa, más útil<br />

y más saludable, ni dulce, que amar el hombre a Aquél <strong>de</strong> quien recibió todo el ser y conservación que tiene. Si no<br />

pue<strong>de</strong>s, alma mía conocer qué tal sea Aquél que tanto te ama, consi<strong>de</strong>ra siquiera, <strong>la</strong>s arras que te dio <strong>de</strong> <strong>amor</strong>. En los<br />

dones que tienes contigo conocerás con cuanto afecto y con cuánto cuidado y diligencia lo <strong>de</strong>bes amar. Insignes son sus<br />

arras, y nobles sus dones, porque al gran<strong>de</strong> no conviene dar cosas pequeñas. Abre tus ojos y mira al universo cielo,<br />

tierra, aire, todos los elementos y criaturas, que todos te sirven. Recibes el beneficio y no conoces quien te <strong>la</strong> da. Pues si<br />

quiero, Señor, poner mis ojos en el tratamiento que me haces, véote, Dios mío, tan ocuparlo en hacerme merce<strong>de</strong>s, que<br />

parece que, olvidado <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>más, te ocupas so<strong>la</strong>mente conmigo, y que <strong>de</strong> mí solo tienes cuidado.<br />

Tu siempre fuiste para mí so<strong>la</strong>z en mis adversida<strong>de</strong>s, y guarda en mi prosperidad. A don<strong>de</strong> quiera que me volviera, me<br />

precedía tu gracia y misericordia; y cuando estaba a punto <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rme, me libraste. Cuando iba errado, me volviste al<br />

camino; cuando ignoraba, me enseñaste; cuando pecaba, me corregiste; cuando estaba triste, me conso<strong>la</strong>ste; cuando<br />

cai, me levantaste; y estando en pie, me tuviste. Tú me diste que verda<strong>de</strong>ramente te conociese; que puramente te amase;<br />

que sinceramente te creyese, y ardientemente te siguiese. ¡Oh, Dios <strong>de</strong> mi corazón, dulzura <strong>de</strong> mi vida y lumbre <strong>de</strong> mis<br />

ojos!<br />

¿Quieres que te ame? ¿Cómo te amaré, y quien soy yo para ame? ¿Cómo no amaré a tan noble bienhechor, viéndome<br />

tan cercado <strong>de</strong> dones? Cuando el virtuoso mancebo José fué en Egipto requerido <strong>de</strong> su <strong>de</strong>shonesta señora, acordándose<br />

<strong>de</strong> los beneficios que <strong>de</strong> su señor había recibido, respondió<strong>la</strong>, diciendo: Mi señor me ha entregado todas <strong>la</strong>s cosas <strong>de</strong> su<br />

casa, excepto a ti, que eres su mujer. ¿Pues cómo podré yo pecar contra mi señor? No sólo dijo cómo querré ofen<strong>de</strong>r a mi<br />

señor, sino cómo podré; porque le parecía que no era posible injuriar a quien tanto <strong>de</strong>bía. Pues ¿cómo podré yo ofen<strong>de</strong>r<br />

a ti, mi Dios, <strong>de</strong> cuyas magníficas manos he recibido tantos bienes?<br />

Aunque mi perversa voluntad, con su libertad y señorío, te quisiere <strong>de</strong>samar,yo no sé cómo será posible que pueda<br />

ofen<strong>de</strong>r a quien está tan obligada. Si Putifar entregó su casa a José, no le hizo señor <strong>de</strong> toda el<strong>la</strong>, pues algo reservó para<br />

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