Catecismo Romano - amor de la verdad
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Tercera petición <strong>de</strong> <strong>la</strong> Oración Dominical<br />
HÁGASE TU VOLUNTAD,<br />
ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO<br />
INTRODUCCIÓN AL CAPÍTULO<br />
[1-2] A <strong>la</strong> petición <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> los Cielos ha <strong>de</strong> seguir <strong>la</strong> <strong>de</strong>l cumplimiento <strong>de</strong> <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios, pues<br />
según afirmación <strong>de</strong> nuestro Señor, sólo entrarán en él quienes cump<strong>la</strong>n <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> su Padre celestial (Mt.<br />
7 21.). Mas para que los fieles comprendan los gran<strong>de</strong>s bienes que alcanzamos por medio <strong>de</strong> esta petición, <strong>de</strong>be<br />
explicárseles antes a qué miserias quedó sujeto el linaje humano <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l pecado <strong>de</strong> nuestro primer padre.<br />
[3] 1º Males que acarreó al género humano el pecado <strong>de</strong> Adán. — a) Dios grabó en todas <strong>la</strong>s<br />
criaturas, al crear<strong>la</strong>s, el apetito <strong>de</strong> su propio bien, para que por natural inclinación lo busquen y lo apetezcan.<br />
El hombre, como <strong>la</strong>s <strong>de</strong>más criaturas, recibió también una inclinación a <strong>de</strong>sear a Dios, Autor y Padre <strong>de</strong> su<br />
felicidad, mas <strong>de</strong> manera libre e inteligente. Pero, mientras en <strong>la</strong>s <strong>de</strong>más criaturas esta inclinación permanece<br />
inalterada, el hombre, al pecar, no sólo se vio privado <strong>de</strong> <strong>la</strong> justicia original con que Dios había adornado su<br />
naturaleza, sino también <strong>de</strong> <strong>la</strong> propia inclinación a <strong>la</strong> virtud, que Dios había grabado en nuestras almas (Sal. 32<br />
4; Gen. 8 21.); <strong>de</strong> modo que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces nadie por sí mismo siente gusto en obrar bien, sino que todos están<br />
inclinados al mal, y son innumerables <strong>la</strong>s pasiones ma<strong>la</strong>s <strong>de</strong>l hombre (Rom. 7 21-23.).<br />
[4] b) El colmo <strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>sgracia es que, lejos <strong>de</strong> reconocer como ma<strong>la</strong>s dichas pasiones, cegados<br />
por el<strong>la</strong>s, <strong>la</strong>s juzgamos buenas y buscamos con avi<strong>de</strong>z lo que nos es perjudicial, mientras que juzgamos como<br />
malo y huimos como <strong>de</strong> cosas perjudiciales <strong>de</strong> <strong>la</strong>s que verda<strong>de</strong>ramente son buenas y honestas (Is. 5 20.).<br />
[5-7] c) Por eso <strong>la</strong>s Sagradas Letras nos comparan: • a quienes han perdido el sentido <strong>de</strong>l gusto (Is. 24<br />
9; Ez. 18 2.); • a los enfermos (Sal. 6 2; 106 12.), pues así como ellos se ven incapaces <strong>de</strong> cumplir los oficios y<br />
obligaciones <strong>de</strong> <strong>la</strong>s personas sanas hasta que no salgan <strong>de</strong> su enfermedad, así también nosotros, aunque po<strong>de</strong>mos<br />
hacer algún bien natural, somos absolutamente incapaces, sin el auxilio <strong>de</strong> <strong>la</strong> gracia, <strong>de</strong> hacer cosas<br />
gratas a Dios y conducentes a nuestra felicidad eterna, como amar y dar culto a Dios como es <strong>de</strong>bido; y si este<br />
auxilio no viniese pronto en nuestra ayuda, no tardaríamos en rechazar toda c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> obras buenas para<br />
precipitarnos voluntariamente en nuestra ruina; • a los niños, los cuales, <strong>de</strong>jados a su arbitrio, corren sin<br />
reflexión a toda c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> cosas frívo<strong>la</strong>s e impru<strong>de</strong>ntes (Prov. 1 22; I Cor. 19 20.).<br />
[8] 2º Remedio a estos males. — El que por <strong>la</strong> gracia ha <strong>de</strong>sechado <strong>de</strong> su alma estas tinieb<strong>la</strong>s y esta<br />
necedad, al consi<strong>de</strong>rar el gran número <strong>de</strong> apetitos <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nados que bullen en su naturaleza, buscará con<br />
verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>seo el remedio. Este remedio lo pedimos por <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras «Hágase tu voluntad»; pues si<br />
incurrimos en tantas miserias por faltar a <strong>la</strong> obediencia y <strong>de</strong>spreciar <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios, el único remedio es<br />
volver a conformar nuestra vida a <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios, y medir por esta reg<strong>la</strong> todos nuestros pensamientos y<br />
todas nuestras obras.<br />
[9-10] Nadie pue<strong>de</strong> prescindir <strong>de</strong> esta petición, ni siquiera quienes han sido justificados por <strong>la</strong> gracia y<br />
cumplen <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios. En efecto, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r el hombre por el pecado <strong>la</strong> justicia original, que<br />
mo<strong>de</strong>raba <strong>la</strong>s pasiones, ya no pue<strong>de</strong> <strong>la</strong> razón mantener<strong>la</strong>s tan <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su órbita ni tener tan reprimidos los<br />
apetitos <strong>de</strong> <strong>la</strong> carne que nunca <strong>la</strong> acometan <strong>de</strong>spués. Y aunque <strong>la</strong> gracia sana nuestra alma <strong>de</strong>l pecado, no sana<br />
enteramente nuestra carne (Rom. 7 18.), y por tanto no <strong>de</strong>ja al alma justificada por <strong>la</strong> gracia, libre <strong>de</strong> <strong>la</strong> guerra<br />
que le hacen sus pasiones <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadas. Por eso hay que recurrir al auxilio <strong>de</strong> Dios y pedir que se haga en<br />
nosotros su voluntad.<br />
«Hágase tu voluntad»<br />
[11] 1º Qué se entien<strong>de</strong> por voluntad <strong>de</strong> Dios. — Por voluntad <strong>de</strong> Dios enten<strong>de</strong>mos aquí su<br />
voluntad significada, esto es, lo que Dios ha mandado o aconsejado que nosotros hagamos o evitemos, ya por<br />
sí mismo, ya por su Iglesia (Ef. 5 17; Rom. 12 2.). Por eso, compren<strong>de</strong> todo lo que se or<strong>de</strong>na a <strong>la</strong> adquisición <strong>de</strong><br />
<strong>la</strong> felicidad <strong>de</strong>l cielo, ya se refiera a <strong>la</strong> fe, ya a <strong>la</strong>s costumbres (I Tes. 4 3.).<br />
2º Significado <strong>de</strong> esta petición. — Cuando <strong>de</strong>cimos «Hágase tu voluntad»:<br />
[12] a) Pedimos que el Padre celestial nos dé fuerzas para cumplir sus divinos mandamientos, y para obrar<br />
en todo según su <strong>de</strong>seo y voluntad, <strong>de</strong> modo que vivamos como hijos nacidos <strong>de</strong> Dios (Jn. 1 13.), lo sirvamos en<br />
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