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Catecismo Romano - amor de la verdad

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es manifiesto, que ninguno <strong>de</strong> ellos es suficiente para explicar su gran<strong>de</strong>za. Por tanto los Párrocos no per<strong>de</strong>rán<br />

<strong>la</strong> ocasión que aquí se les ofrece <strong>de</strong> convidar a los fieles a <strong>la</strong> piedad, justicia, y a todos los ejercicios <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

religión cristiana, proponiéndoles aquellos tan soberanos bienes que se incluyen en <strong>la</strong> vida perdurable.<br />

198. Porque es cierto que <strong>la</strong> vida es el mayor <strong>de</strong> todos los bienes que naturalmente se apetecen, y así por<br />

este bien seña<strong>la</strong>damente <strong>de</strong>finimos a <strong>la</strong> bienaventuranza cuando <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mamos Vida perdurable. Pues si no hay<br />

cosa más amada, preciosa y agradable que esta corta y miserable vida sujeta a tantas y tan diversas<br />

ca<strong>la</strong>mida<strong>de</strong>s, que más merece l<strong>la</strong>marse muerte que vida, ¿con cuánto anhelo y ansia <strong>de</strong>cenios buscar aquel<strong>la</strong><br />

vida eterna, <strong>la</strong> cual cubre ya <strong>de</strong> todos los males, encierra en sí el conjunto perfecto y cumplido <strong>de</strong> todos los<br />

bienes?<br />

V. La Vida eterna contiene todos los bienes, y carece <strong>de</strong> todos los males.<br />

199. Porque como enseñaron los Santos Padres, <strong>la</strong> felicidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida eterna se <strong>de</strong>be <strong>de</strong>finir diciendo<br />

que consiste en <strong>la</strong> privación <strong>de</strong> todos los males y posesión <strong>de</strong> todos los bienes. En or<strong>de</strong>n a los males hay<br />

testimonios muy esc<strong>la</strong>recidos en <strong>la</strong>s santas Escrituras; porque en el Apocalipsis se escribe: ―Ya nunca<br />

pa<strong>de</strong>cerán hambre, ni sed, ni les molestará el sol ni su calor” 458 . Y otra vez: “Enjugará todas <strong>la</strong>s lágrimas <strong>de</strong><br />

sus ojos, y no habrá ya para ellos muerte, l<strong>la</strong>nto, olor mor ni dolor, porque ya estas cosas pasaron” 459 . Mas<br />

por lo que se refiere a los bienes, será inmensa su gloria, y gozarán <strong>de</strong> innumerables géneros <strong>de</strong> sólida alegría y<br />

<strong>de</strong>leite, en tanto grado, que por no ser suficientes nuestras almas para contener <strong>la</strong> gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> esta gloria, o<br />

el<strong>la</strong> no pudiendo penetrar <strong>de</strong> ningún modo en nuestra alma, es necesario que nosotros entremos en el<strong>la</strong>, esto<br />

es, en el gozo <strong>de</strong>l Señor 460 , para que bañados por él, nuestros <strong>de</strong>seos que<strong>de</strong>n plenamente satisfechos.<br />

VI. De qué bienes gozan principalmente los bienaventurados.<br />

200. Aunque, como escribe S. Agustín, más fácil parece contar los males <strong>de</strong> que allí hemos <strong>de</strong> carecer,<br />

que los bienes y <strong>de</strong>licias que hemos <strong>de</strong> gozar, con todo, se ha <strong>de</strong> procurar explicar breve y c<strong>la</strong>ramente todo<br />

aquello que pue<strong>de</strong> inf<strong>la</strong>mar a los fieles en el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> conseguir aquel<strong>la</strong> suma felicidad. Mas para esto<br />

convendrá observar antes aquel<strong>la</strong> distinción que hemos aprendido <strong>de</strong> gravísimos escritores <strong>de</strong> ciencias<br />

sagradas. Estos establecen que hay dos géneros <strong>de</strong> bienes; <strong>de</strong> los cuales el uno pertenece a <strong>la</strong> esencia <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

bienaventuranza, y el otro se sigue a <strong>la</strong> misma felicidad. Y por esto para mayor c<strong>la</strong>ridad l<strong>la</strong>maron esenciales a<br />

los primeros, y acci<strong>de</strong>ntales a los otros.<br />

VII. En qué consiste <strong>la</strong> bienaventuranza esencial y primaria.<br />

201. Consiste, pues, <strong>la</strong> bienaventuranza que comúnmente se l<strong>la</strong>ma esencial, en ver a Dios, y en gozar <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> hermosura <strong>de</strong> aquél que es <strong>la</strong> fuente y principio <strong>de</strong> toda bondad y perfección. ―Esta es <strong>la</strong> vida eterna, dice<br />

Cristo Señor, que conozcan a ti solo verda<strong>de</strong>ro Dios, y a Jesucristo a quien tú enviaste.‖ La cual sentencia<br />

parece que interpreta San Juan cuando dice: “Carísimos, ahora somos hijos <strong>de</strong> Dios, y todavía, no se ha,<br />

manifestado lo que seremos, porque sabemos que cuando se <strong>de</strong>scubra, seremos semejantes a él, pues le<br />

veremos como es en sí” 461 , porque significa que <strong>la</strong> bienaventuranza consiste en estas dos cosas, es a saber, en<br />

ver a Dios como es en su naturaleza y substancia, y en hacernos semejantes a El. Pues los que le gozan, aunque<br />

retienen su propia! substancia, visten una tan maravillosa y casi divina forma, que más parecen dioses que<br />

hombres.<br />

VIII. Los bienaventurados se visten en cierto modo <strong>de</strong> <strong>la</strong> naturaleza <strong>de</strong> Dios.<br />

202. Y <strong>la</strong> causa <strong>de</strong> esta transformación <strong>la</strong> po<strong>de</strong>mos enten<strong>de</strong>r c<strong>la</strong>ramente, porque todas <strong>la</strong>s cosas se<br />

conocen o por su mismo ser, o por su semejanza y especie. Y como no hay cosa semejante a Dios, por <strong>la</strong> cual,<br />

ayudados, podamos llegar al conocimiento perfecto <strong>de</strong> él, es necesario que ninguno pueda ver su naturaleza o<br />

esencia, sino es que esta misma esencia divina se junte con nosotros. Y esto es lo que significan aquel<strong>la</strong>s<br />

457 ―En <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> mi Padre hay muchas habitaciones: que si no fuese así, os lo hubiera ya dicho. Yo voy a preparar lugar<br />

para vosotros.‖ Joan., XIV, 2.<br />

458 “Non esurient, neque sitient amplius, neque ca<strong>de</strong>t super illus sol, neque ullus aestus.” Apoc, VII, 16.<br />

459 “Absterget Deus omnem <strong>la</strong>cryman ab oculis eorum: et mors ultra non erit, neque luetus, neque cl<strong>amor</strong>, neque dolor<br />

erit ultra, quia prima abierunt.” Apoc, XXI, 4, “Praecipitabit mortem in sempiternum: et auferet Dominus Deus<br />

<strong>la</strong>crymam ab omni facie, et opprobrium populi sui aufaret <strong>de</strong> universa terra.” Isal, XXV, 8.<br />

460 ―Ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho, entra en el gozo <strong>de</strong> tu Señor.‖ Matth., XXV.25.<br />

461 “Charissimi, nunc filii Dei sumus: et nondum apparuit quid erimus. Scimus quoniam cum apparnerit, similes ei<br />

erimus: quoniam vi<strong>de</strong>bimus eum sicuti sicuti est.” I, Joan, III, 2.<br />

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