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Catecismo Romano - amor de la verdad

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cosas, y le dio Nombre superior a todo nombre: a fin <strong>de</strong> que al Nombre <strong>de</strong> Jesús se doble toda rodil<strong>la</strong> en el<br />

cielo, en <strong>la</strong> tierra y en el infierno; y toda lengua confiese, que el Señor Jesucristo está en <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong> Dios<br />

Padre”. Y El mismo dijo <strong>de</strong> sí <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong> resurrección: “Se me ha dado toda potestad en los cielos y en <strong>la</strong><br />

tierra”. También se l<strong>la</strong>ma Señor, porque en una so<strong>la</strong> persona juntó <strong>la</strong>s dos naturalezas divina y humana. Por<br />

esta maravillosa unión, aunque no hubiese muerto por nosotros, mereció ser constituido Señor <strong>de</strong> un modo<br />

general <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s criaturas, y en particu<strong>la</strong>r <strong>de</strong> los fieles que le obe<strong>de</strong>cen y sirven con sumo afecto <strong>de</strong> su alma.<br />

XII. Los cristianos nos hemos <strong>de</strong> entregar totalmente a Jesucristo <strong>de</strong>spreciando al mundo y al<br />

<strong>de</strong>monio.<br />

64. Por tanto, lo que ahora resta es, que el Párroco avise y exhorte al pueblo fiel a que conozca cuán<br />

justo es, que nosotros que tomando nuestro nombre <strong>de</strong> Cristo, nos l<strong>la</strong>mamos cristianos, y no po<strong>de</strong>mos ignorar<br />

cuántos beneficios nos ha hecho, pues los conocemos por el don <strong>de</strong> <strong>la</strong> fe con que nos ha favorecido, cuán <strong>de</strong>bido<br />

es, digo, que nosotros nos entreguemos por siervos, y nos consagremos para siempre a nuestro Re<strong>de</strong>ntor y<br />

Señor. V. a <strong>la</strong> <strong>verdad</strong> esto profesamos ante <strong>la</strong>s puertas <strong>de</strong> <strong>la</strong> Iglesia cuándo fuimos bautizados; porque entonces<br />

<strong>de</strong>c<strong>la</strong>ramos que renunciábamos a Satanás y al mundo, y que nos entregábamos enteramente a Jesucristo. Pues<br />

si para ser alistados en <strong>la</strong> milicia cristiana nos ofrecimos a nuestro Señor con tan santa y solemne profesión,<br />

¿<strong>de</strong> qué castigo seremos dignos, si <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber entrado en <strong>la</strong> Iglesia, conocido <strong>la</strong> voluntad y leyes <strong>de</strong> Dios,<br />

y haber recibido <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> los Sacramentos, viviéremos según <strong>la</strong>s leyes y máximas <strong>de</strong>l mundo y <strong>de</strong>monio,<br />

como si al ser bautizados nos hubiéramos <strong>de</strong>dicado al <strong>de</strong>monio y mundo, y no a Jesucristo Señor y Re<strong>de</strong>ntor<br />

nuestro?<br />

Pero ¿qué alma habrá que no arda en l<strong>la</strong>mas <strong>de</strong> <strong>amor</strong> al contemp<strong>la</strong>r aquel<strong>la</strong> tan gran benignidad y<br />

caridad <strong>de</strong>l Señor para con nosotros, que teniéndonos bajo su potestad y señorío como siervos que rescató con<br />

su sangre, con todo nos abraza tan <strong>amor</strong>osamente l<strong>la</strong>mándonos no siervos, sino amigos y hermanos? Esta es<br />

verda<strong>de</strong>ramente una justísima causa, y dudo exista otra mayor, por <strong>la</strong> cual le <strong>de</strong>bemos reconocer, venerar y<br />

reverenciar perpetuamente por nuestro Señor.<br />

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