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Catecismo Romano - amor de la verdad

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santidad (Lc. 1 74-75.) y estemos resueltos a sufrirlo todo antes que separarnos lo más mínimo <strong>de</strong> su voluntad.<br />

[13] Todos los Santos comprendiendo bien <strong>la</strong> gran dignidad <strong>de</strong> los que obe<strong>de</strong>cen a Dios (pues el Señor <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ra<br />

que les está unido con los más estrechos <strong>la</strong>zos <strong>de</strong> <strong>amor</strong> y benevolencia) (Mt. 12 50; Mc. 3 35; Lc. 8 21.),<br />

suplicaron con instancia <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> esta petición con términos verda<strong>de</strong>ramente elocuentes y muy variados,<br />

entre ellos David en su Salmo 118 (Sal. 118 5, 35, 73, 108, 125, 133.).<br />

[14-17] b) Abominamos <strong>la</strong>s obras <strong>de</strong> <strong>la</strong> carne (Gal. 3 19-21.), que sólo aportan <strong>la</strong> muerte (Rom. 8 13.); y<br />

pedimos a Dios que no permita que hagamos <strong>la</strong>s cosas a que nos excitan nuestra sensualidad, codicia y<br />

f<strong>la</strong>queza, sino que dirija nuestra voluntad conforme a <strong>la</strong> suya. Sobre lo cual hay que notar que pedimos aquí:<br />

• que no nos conceda Dios lo que nosotros <strong>de</strong>seamos por nuestra voluntad, cuando es notorio ser <strong>de</strong>pravado<br />

nuestro <strong>de</strong>seo, aunque eso suponga aborrecernos a nosotros mismos; nuestro Señor ya nos amonestó que para<br />

ser sus discípulos <strong>de</strong>bíamos negarnos a nosotros mismos (Mt. 16 24.), especialmente sabiendo que mucho<br />

mejor es <strong>de</strong>sear lo recto y justo, aunque a veces parezca mortificante, que poseer lo que es contrario a <strong>la</strong> razón,<br />

a <strong>la</strong>s virtu<strong>de</strong>s y a <strong>la</strong>s leyes divinas; • que tampoco nos conceda lo que alguna vez pedimos como bueno, pero a<br />

incitación <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio transformado en ángel <strong>de</strong> luz (II Cor. 11 44.), al modo a como no escuchó el Señor el<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> San Pedro, que intentaba apartarlo <strong>de</strong> su Pasión (Mt. 16 22.), ni el <strong>de</strong> los apóstoles Santiago y Juan,<br />

que pidieron que lloviera fuego <strong>de</strong>l cielo sobre una pob<strong>la</strong>ción samaritana que no quiso dar hospitalidad al<br />

Salvador (Lc. 9 54-56.); • que tampoco nos dé aquello que, sin ser realmente malo, respon<strong>de</strong> a <strong>la</strong> primera<br />

inclinación <strong>de</strong> <strong>la</strong> naturaleza, que apetece lo que <strong>la</strong> conserva y no quiere lo que parece contrario a el<strong>la</strong>; sino que<br />

nos haga imitar al mismo Señor, que en su agonía puso <strong>la</strong>s repugnancias <strong>de</strong> su naturaleza en manos <strong>de</strong> su<br />

eterno Padre, resignándose a su voluntad (Lc. 22 42.).<br />

[18] c) Pedimos a Dios que nos dé su auxilio para evitar el pecado, que reprima los movimientos<br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nados <strong>de</strong> nuestra concupiscencia, que haga obedientes a <strong>la</strong> razón los apetitos carnales, pues todo eso no<br />

lo po<strong>de</strong>mos sin <strong>la</strong> ayuda <strong>de</strong> <strong>la</strong> gracia.<br />

d) Pedimos que todos los hombres <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra vengan al conocimiento <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ley <strong>de</strong> Dios.<br />

[22] e) Finalmente, damos a Dios una rendida acción <strong>de</strong> gracias. En efecto, al ser Dios omnipotente,<br />

todas <strong>la</strong>s cosas han sido creadas según su voluntad; y como Dios es Sumo Bien, todas <strong>la</strong>s cosas así creadas son<br />

necesariamente buenas (Mc. 7 37.), aunque nosotros no alcancemos a conocer <strong>la</strong> razón divina <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s<br />

cosas. Y especialmente damos gracias a <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios por habernos sacado <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s <strong>de</strong>l pecado y<br />

tras<strong>la</strong>dado al reino <strong>de</strong> su Hijo muy amado (Col. 1 13.).<br />

«Así en <strong>la</strong> tierra como en el cielo»<br />

Por estas pa<strong>la</strong>bras pedimos:<br />

[19-20] 1º En primer lugar, el modo y <strong>la</strong> forma <strong>de</strong> cumplir aquel<strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios, a saber:<br />

• observar<strong>la</strong> con <strong>la</strong> misma obediencia y p<strong>la</strong>cer con que <strong>la</strong> observan los santos Angeles en el cielo; • sirviendo a<br />

Dios, no por interés alguno, sino por <strong>amor</strong> a El; pues aunque nos hemos consagrado a Dios por <strong>la</strong> esperanza <strong>de</strong><br />

los premios eternos, <strong>de</strong>bemos esperar estos premios sólo porque plugo a Dios conce<strong>de</strong>r <strong>la</strong> eterna<br />

bienaventuranza como premio a nuestro <strong>amor</strong>.<br />

[21] 2º También se pue<strong>de</strong>n enten<strong>de</strong>r estas pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> manera que diga: «en el cielo», entendiéndolo <strong>de</strong><br />

los buenos y piadosos, y «en <strong>la</strong> tierra», <strong>de</strong> los malos e impíos; o también «en el cielo», esto es, en los<br />

espíritus, y «en <strong>la</strong> tierra», esto es, en <strong>la</strong> carne; <strong>de</strong> modo que todos y todas <strong>la</strong>s cosas estén obedientes a <strong>la</strong><br />

voluntad <strong>de</strong> Dios.<br />

Consi<strong>de</strong>raciones sobre esta petición<br />

[23] 1º Deben los fieles, al hacer esta petición, estar con mo<strong>de</strong>stia y humildad,<br />

consi<strong>de</strong>rando: • cuánto se opone a <strong>la</strong> divina voluntad <strong>la</strong> inclinación <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada <strong>de</strong> nuestros apetitos, que nos<br />

hace inferiores en cierto modo a <strong>la</strong>s <strong>de</strong>más criaturas, <strong>la</strong>s cuales sirven siempre a Dios (Sal. 118 91.); • cuán<br />

débiles somos, pues no po<strong>de</strong>mos, sin el auxilio <strong>de</strong> <strong>la</strong> divina gracia, hacer nada, ni siquiera comenzar una obra<br />

agradable a Dios (I Cor. 15 10; II Cor. 3 5.).<br />

2º Resolver interiormente no poner en ejecución ninguna cosa que sea contraria a <strong>la</strong><br />

divina voluntad, recordando que nada hay más excelente que servir a Dios y vivir según su voluntad y sus<br />

preceptos, y escarmentando en aquellos a quienes resultaron mal sus empresas, por no haber conformado a <strong>la</strong><br />

voluntad <strong>de</strong> Dios <strong>la</strong> ejecución <strong>de</strong> sus p<strong>la</strong>nes (Por ejemplo Faraón, Ex. 4-6.).<br />

[24] 3º Resignarse siempre en <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios, ya aceptando el lugar en que <strong>la</strong> provi<strong>de</strong>ncia<br />

los pone (I Cor. 7 20; Ef. 4 1.), ya <strong>la</strong> carestía <strong>de</strong> recursos materiales, ya <strong>la</strong>s enfermeda<strong>de</strong>s corporales, <strong>la</strong>s<br />

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