Catecismo Romano - amor de la verdad
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quiere también <strong>la</strong> dieta, <strong>la</strong> medicina y lo <strong>de</strong>más que es necesario para conseguir<strong>la</strong>, Dios quiere que consigamos<br />
<strong>la</strong> vida eterna. “Si quieres entrar en <strong>la</strong> vida eterna guarda los mandamientos” (Mateo, XIX, 17). Quiere, por lo<br />
tanto, que observemos sus mandamientos. “Vuestro culto sea racional; para que experimentéis cual es <strong>la</strong><br />
voluntad <strong>de</strong> Dios buena, agradable y perfecta” (Román., XII, 1).<br />
Es buena porque es útil. “Yo soy el Señor que te enseño lo que es útil” (Isaías, XLVIII, 17).<br />
Es <strong>de</strong>l agrado <strong>de</strong>l amante, y si no es agradable a los otros, con todo es <strong>de</strong>leitable al que ama. ―Amaneció<br />
<strong>la</strong> luz al justo, y <strong>la</strong> alegría a los <strong>de</strong> recto corazón‖ (Salmo XCVI, 11).<br />
Es también perfecta, y esto porque es honesta. ―Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto‖<br />
(Mateo, V, 48).<br />
Así, pues, cuando <strong>de</strong>cimos: hágase tu voluntad, pedimos que cump<strong>la</strong>mos los mandatos divinos. Esta<br />
voluntad se cumple en los justos, mas en los pecadores aun no tiene su realización. Los justos son <strong>de</strong>signados<br />
por el cielo; los pecadores, por medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra.<br />
Pedimos, por lo tanto, que se cump<strong>la</strong> <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios en <strong>la</strong> tierra, esto es, en los pecadores, así como<br />
en los justos, <strong>de</strong>signados por el nombre <strong>de</strong> cielo. Conviene que nos fijemos en el modo <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r, por el cual se<br />
nos enseña cómo <strong>de</strong>bemos enten<strong>de</strong>r estas pa<strong>la</strong>bras. No se dice haz, ni tampoco hagamos; sino hágase tu<br />
voluntad, porque dos cosas son necesarias para <strong>la</strong> vida eterna, a saber, <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> Dios y <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong>l<br />
hombre; y por más que Dios nos haya criado sin nuestro concurso, no nos justificará sin que nosotros<br />
queramos. Así lo enseña San Agustín: ―El que te crió a ti sin ti, no te justificará si tú no lo quieres‖; porque<br />
quiere que el hombre coopere a <strong>la</strong> gracia. “Convertíos a mi, y yo me volveré a vosotros” (Zacarías, I, 3).<br />
“Por <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> Dios soy lo que soy, y su gracia, no ha sido estéril en mi” (I, Corint, XV, 10). No<br />
presumamos <strong>de</strong> nosotros mismos, sino confiemos en <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> Dios; ni seamos perezosos, sino procuremos<br />
poner nuestra diligencia. Por eso no dice, hagamos, para que no parezca que nada hace <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> Dios; ni<br />
dice, has, a fin <strong>de</strong> que no creamos que nada hacen nuestra voluntad y esfuerzo: sino hágase, por medio <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
gracia <strong>de</strong> Dios, puesto también nuestro cuidado y diligencia.<br />
XX. Dios quiere que el hombre sea restituido al estado en que fué creado.<br />
1290. Lo tercero que Dios quiere <strong>de</strong> nosotros es que el hombre sea restituido al estado y dignidad en que<br />
fué creado el primer hombre; <strong>la</strong> cual era tan gran<strong>de</strong>, que el alma no sentía ninguna repugnancia ni <strong>de</strong> <strong>la</strong> carne<br />
ni <strong>de</strong> <strong>la</strong> sensualidad. Mientras el alma estuvo sujeta a Dios, <strong>la</strong> carne <strong>de</strong> tal manera estuvo sumisa al espíritu,<br />
que ni sintió enfermedad ni pasión alguna. Más <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que el alma, que servía <strong>de</strong> medio entre<br />
Dios y <strong>la</strong> carne, se rebeló contra Dios por el pecado, empezó a experimentar <strong>la</strong>s enfermeda<strong>de</strong>s, <strong>la</strong> muerte, y una<br />
continua rebelión <strong>de</strong> <strong>la</strong> sensualidad contra el espíritu. “Veo otra ley en mis miembros, <strong>la</strong> cual resiste a <strong>la</strong> ley <strong>de</strong><br />
mi espíritu” (Román., VII, 23) y “La carne tiene <strong>de</strong>seos contrarios a los <strong>de</strong>l espíritu; y el espíritu los tiene<br />
contrarios a los <strong>de</strong> <strong>la</strong>, carne” (Gá<strong>la</strong>tas, V, 17). Asi es que existe una constante lucha entre <strong>la</strong> carne y el espíritu,<br />
y el hombre continuamente se <strong>de</strong>teriora por el pecado. Esta es, pues, <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios, que el hombre sea<br />
restituido al estado primitivo, <strong>de</strong> suerte que nada haya en <strong>la</strong> carne contrario al espíritu. “Esta es <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong><br />
Dios, a saber, vuestra santificación” (I, Tesalon, IV, 3). Pero esta voluntad <strong>de</strong> Dios no pue<strong>de</strong> cumplirse en esta<br />
vida, sino que se cumplirá en <strong>la</strong> resurrección <strong>de</strong> los santos, cuando resucitarán los cuerpos glorificados, y serán<br />
ya incorruptibles y gloriosos.<br />
XXI. Pedimos que <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios se cump<strong>la</strong> también en nuestra, carne.<br />
1291. Dios también tiene su voluntad en los justos, en cuanto al espíritu, por medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> justicia, <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
ciencia y <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida. Por esto cuando <strong>de</strong>cimos, hágase tu voluntad, suplicamos que también se cump<strong>la</strong> en <strong>la</strong><br />
carne. Pues así enten<strong>de</strong>mos que por el nombre <strong>de</strong> cielo se <strong>de</strong>signe el espíritu, y por el <strong>de</strong> tierra <strong>la</strong> carne, que sea<br />
este el sentido: Hágase tu voluntad así en <strong>la</strong> tierra, esto es, en nuestra carne, como se cumple en el cielo, esto<br />
es, en nuestro espíritu por medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> justicia. Por esta petición llegamos a <strong>la</strong> bienaventuranza <strong>de</strong>l l<strong>la</strong>nto, <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
cual está escrito: “Bienaventurados los que lloran”, y esto pue<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rse según cualquiera <strong>de</strong> los tres<br />
sentidos expuestos. Pues según el primer sentido <strong>de</strong>seamos <strong>la</strong> vida eterna, por eso su <strong>amor</strong> nos induce al l<strong>la</strong>nto.<br />
“¡Ay <strong>de</strong> mí, que, mi <strong>de</strong>stierro se ha prolongado!” (Salmo CXIX, 5). Y este <strong>de</strong>seo es en tanto grado vehemente en<br />
los santos, que por esto <strong>de</strong>sean <strong>la</strong> muerte. ―En <strong>la</strong> confianza que tenemos, preferimos más ser separados <strong>de</strong>l<br />
cuerpo, a fin <strong>de</strong> gozar <strong>de</strong> <strong>la</strong> vista <strong>de</strong>l Señor‖ (II, Corint., V, 8).<br />
Asimismo, según <strong>la</strong> otra exposición, aquellos que observan los mandamientos, están en l<strong>la</strong>nto; porque<br />
con todo <strong>de</strong> ser ellos dulces al alma, son amargos a <strong>la</strong> carne a <strong>la</strong> que continuamente están oprimiendo. “Cuando<br />
iban, esparcían llorando sus semil<strong>la</strong>s, en cuanto a <strong>la</strong> carne, mas cuando vuelvan vendrán con gran regocijo”<br />
(Salmo CXXV, 6), en cuanto al alma. También conforme a <strong>la</strong> tercera exposición, a causa <strong>de</strong> <strong>la</strong> lucha constante<br />
entre el espíritu y <strong>la</strong> carne, nace <strong>de</strong> ahí el l<strong>la</strong>nto. Pues no pue<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> acontecer que el alma sea<br />
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