Catecismo Romano - amor de la verdad
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P<strong>la</strong>ntear esta cuestión es resolver<strong>la</strong>, Venerables Hermanos: esta gravísima obligación incumbe<br />
directamente a todos los pastores <strong>de</strong> almas. Ellos son los que, según el precepto <strong>de</strong> Cristo, <strong>de</strong>ben conocer y<br />
apacentar sus ovejas; ahora bien, apacentar es, ante todo, enseñar: ―Os daré, dice Dios por el Profeta Jeremías,<br />
pastores según mi corazón, y os apacentarán en <strong>la</strong> ciencia y <strong>la</strong> doctrina‖ 23 . Por eso <strong>de</strong>cía también el Apóstol San<br />
Pablo: “No... me envió Cristo a bautizar, sino a evangelizar” 24 , para dar a enten<strong>de</strong>r que <strong>la</strong> principal obligación<br />
<strong>de</strong> los que <strong>de</strong> cualquier modo tienen parte en el gobierno <strong>de</strong> <strong>la</strong> Iglesia, consiste en dar a los fieles <strong>la</strong> instrucción<br />
religiosa. Inútil nos parece pon<strong>de</strong>rar <strong>la</strong>s a<strong>la</strong>banzas <strong>de</strong> esta instrucción y cuán agradable sea ante los ojos <strong>de</strong><br />
Dios. La limosna que damos al pobre para aliviar sus necesida<strong>de</strong>s es ciertamente muy grata a Dios; pero quién<br />
podrá negar que han <strong>de</strong> serle mucho más gratos el <strong>de</strong>seo y el trabajo con que nos consagramos, no ya al alivio<br />
<strong>de</strong> <strong>la</strong>s miserias transitorias <strong>de</strong>l cuerpo, sino <strong>de</strong> <strong>la</strong>s eternas necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l alma, por medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> enseñanza y<br />
<strong>de</strong> <strong>la</strong> exhortación? Nada pue<strong>de</strong> haber más <strong>de</strong>seable, nada más agradable para Cristo, Salvador <strong>de</strong> <strong>la</strong>s almas, que<br />
dijo <strong>de</strong> Sí mismo por el Profeta Isaías: ―A evangelizar a, los pobres me ha enviado‖ 25 . Y aquí es <strong>de</strong>l caso;<br />
Venerables Hermanos, <strong>de</strong>jar bien en c<strong>la</strong>ro que no pue<strong>de</strong> haber para el sacerdote obligación más grave, ni<br />
vínculo más estrecho que éste. ¿Quién negará que en el sacerdote, a <strong>la</strong> santidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida, <strong>de</strong>be: unirse <strong>la</strong><br />
ciencia? “Los <strong>la</strong>bios... <strong>de</strong>l sacerdote custodiarán <strong>la</strong>, ciencia” 26 . Y en realidad <strong>la</strong> Iglesia <strong>la</strong> exige severísimamente<br />
en los que han <strong>de</strong> ser elevados al sacerdocio. Pero, ¿por qué razón? Porque el pueblo cristiano espera <strong>de</strong> ellos el<br />
conocimiento <strong>de</strong> <strong>la</strong> luz divina, y porque Dios los <strong>de</strong>stina para propagar<strong>la</strong>: “Y <strong>de</strong> su boca apren<strong>de</strong>rán <strong>la</strong> ley;<br />
porque es el ángel <strong>de</strong>l Señor <strong>de</strong> los ejércitos” 27 . Por eso el obispo, en <strong>la</strong> sagrada or<strong>de</strong>nación, dirigiéndose a los<br />
presbíteros or<strong>de</strong>nados, dice: ―Sea vuestra, doctrina medicina espiritual para el pueblo <strong>de</strong> Dios; sean próvidos<br />
cooperadores nuestros; que, meditando día, y noche en su ley, crean lo que leyeren y enseñen lo que creyeren 28 .<br />
Y si no hay sacerdote alguno a quien esto no concierna, ¿qué diremos <strong>de</strong> aquellos que, revestidos <strong>de</strong> <strong>la</strong> potestad<br />
<strong>de</strong> jefes, ejercen el cargo <strong>de</strong> rectores <strong>de</strong> almas en virtud <strong>de</strong> su misma dignidad y, podría <strong>de</strong>cirse, <strong>de</strong> una especie<br />
<strong>de</strong> solemne pacto? Deben, en cierto modo, equipararse a aquellos doctores y pastores elegidos por Cristo para<br />
evitar que los fieles, como débiles niños, sean arrastrados por los vientos <strong>de</strong> nuevas doctrinas inventadas por <strong>la</strong><br />
maldad <strong>de</strong> los hombres, y para hacer que, adultos y fuertes en <strong>la</strong> <strong>verdad</strong> y en el <strong>amor</strong>, permanezcan en todo<br />
unidos a Cristo que es su cabeza 29 .<br />
Por esta razón, el Santo Concilio <strong>de</strong> Trento, al tratar <strong>de</strong> los pastores <strong>de</strong> almas, <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ra que su principal y<br />
más grave obligación es enseñar al pueblo cristiano. Por eso les manda que, prediquen al pueblo en los<br />
domingos y fiestas más solemnes, por lo menos, y durante el Adviento y <strong>la</strong> Cuaresma, lo hagan diariamente o,<br />
al menos tres veces por semana. Y, no contento con esto, agrega que están obligados también los párrocos, por<br />
lo menos en esos mismos domingos y días festivos, a instruir a los niños, por sí mismos o por otros, en <strong>la</strong>s<br />
verda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong> fe, y a enseñarles <strong>la</strong> obediencia a Dios y a sus padres. Y, si se trata <strong>de</strong> administrar los<br />
Sacramentos, manda que a cuántos los han <strong>de</strong> recibir se les dé a conocer en lenguaje c<strong>la</strong>ro y sencillo su eficacia.<br />
Estas prescripciones <strong>de</strong>l santo Concilio fueron breve y distintamente compendiadas y <strong>de</strong>finidas en <strong>la</strong>s<br />
siguientes pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> <strong>la</strong> Constitución: Etsi minime, <strong>de</strong> nuestro Pre<strong>de</strong>cesor Benedicto XIV: Dos cargas<br />
principalísimas fueron impuestas por el Concilio <strong>de</strong> Trento a los que tienen cura <strong>de</strong> almas: <strong>la</strong> primera, que<br />
prediquen al pueblo en los días festivos sobre <strong>la</strong>s cosas divinas; <strong>la</strong> segunda, que instruyan a los niños y a todos<br />
los ignorantes en los rudimentos <strong>de</strong> <strong>la</strong> fe y <strong>de</strong> <strong>la</strong> ley <strong>de</strong> Dios.<br />
E hizo muy bien el sapientísimo Pontífice al <strong>de</strong>slindar estas dos obligaciones, es <strong>de</strong>cir, <strong>la</strong> predicación,<br />
enseñanza <strong>de</strong> <strong>la</strong> doctrina cristiana; porque no faltarán tal vez algunos que, llevados por el afán <strong>de</strong> disminuir su<br />
trabajo, lleguen a persuadirse <strong>de</strong> que una homilía será suficiente catequismo. Lo cual es, ciertamente, un error<br />
bien manifiesto; porque <strong>la</strong> predicación acerca <strong>de</strong>l Evangelio está <strong>de</strong>stinada a los que ya tienen suficiente<br />
instrucción religiosa; es como el pan que se distribuye a los adultos; mientras que, por el contrario, el<br />
catequismo viene a ser como aquel<strong>la</strong> leche que, según el Apóstol San Pedro, <strong>de</strong>bían <strong>de</strong>sear los fieles <strong>de</strong>l modo<br />
que <strong>la</strong> apetecen los niños en su más tierna infancia.<br />
El oficio <strong>de</strong>l catequista se reduce a esto: escogida una <strong>verdad</strong>, <strong>de</strong> fe o <strong>de</strong> moral, explicar<strong>la</strong> con <strong>la</strong> mayor<br />
c<strong>la</strong>ridad y extensión; y, como el fin <strong>de</strong> <strong>la</strong> enseñanza es <strong>la</strong> enmienda <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida, <strong>de</strong>be el catequista poner frente<br />
afrente lo que Dios manda hacer y lo que en <strong>la</strong> práctica hacen los hombres; en seguida, por medio 1 <strong>de</strong><br />
oportunos ejemplos, elegidos con tino en <strong>la</strong> Sagrada Escritura, en <strong>la</strong> Historia Eclesiástica o en <strong>la</strong> vida <strong>de</strong> los<br />
23 Jer., III, 15.<br />
24 Cor., I, 17.<br />
25 Luc. IV, 18.<br />
26 Ma<strong>la</strong>ch. II, 7.<br />
27 Ibi<strong>de</strong>m.<br />
28 Pontif.Rom.<br />
29 Ephes., IV, 14, 15.<br />
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