14.04.2013 Views

Catecismo Romano - amor de la verdad

Catecismo Romano - amor de la verdad

Catecismo Romano - amor de la verdad

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

1253. Siendo así que los hombres cuando oran están hab<strong>la</strong>ndo con Dios, <strong>de</strong> aquí es, dice San Cipriano,<br />

que por un modo inefable está más cerca <strong>de</strong> ellos <strong>la</strong> Majestad divina que <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, y los enriquece con<br />

singu<strong>la</strong>res dones, <strong>de</strong> suerte que cuantos <strong>de</strong>votamente oran a Dios, vienen a ser como los que se acercan al<br />

fuego, los cuales si están fríos, se calientan, y si fervientes, se abrasan; pues así los que se llegan a Dios por <strong>la</strong><br />

oración, salen más fervorosos, según <strong>la</strong> medida <strong>de</strong> su <strong>de</strong>voción y fe. Porque se enar<strong>de</strong>ce su alma para procurar<br />

<strong>la</strong> gloria <strong>de</strong> Dios, se ilumina su entendimiento por un modo admirable, y son cumplidamente colmados <strong>de</strong><br />

divinos dones, pues está escrito en <strong>la</strong>s sagradas Letras: “Le previniste con bendiciones <strong>de</strong> dulzura”.<br />

Sirva <strong>de</strong> ejemplo para todo aquel gran Moisés, cuyo rostro bril<strong>la</strong>ba con un resp<strong>la</strong>ndor divino cuando<br />

salía <strong>de</strong>l trato y coloquio con Dios, <strong>de</strong> tal manera, que no podían los Israelitas poner en él los ojos. En suma, los<br />

que hacen oración con fervoroso afecto, gozan <strong>de</strong> una manera maravillosa <strong>de</strong> <strong>la</strong> benignidad y majestad <strong>de</strong> Dios.<br />

“Por <strong>la</strong> mañana, dice el Profeta, me representaré a ti, veré que tú no eres Dios, que quiere <strong>la</strong>, maldad”.<br />

Cuanto mejor entien<strong>de</strong>n estas cosas los hombres, tanto veneran a Dios con culto más ferviente, y experimentan<br />

con mayor regalo “cuán suave es el Señor, y cuán verda<strong>de</strong>ramente son bienaventurados los que esperan en<br />

él” 1835 . Luego ilustrados con aquel<strong>la</strong> c<strong>la</strong>rísima luz, contemp<strong>la</strong>n cuanta sea su bajeza, y cuanta <strong>la</strong> majestad <strong>de</strong><br />

Dios, según aquel<strong>la</strong> reg<strong>la</strong> <strong>de</strong> San Agustín: “Conózcate, Señor, a ti, y conózcame a mí” 1836 . De aquí se sigue que<br />

<strong>de</strong>sconfiando <strong>de</strong> sus fuerzas, se entregan totalmente a <strong>la</strong> benignidad <strong>de</strong> Dios, no dudando <strong>de</strong> ninguna manera,<br />

que abrazándolos con aquel<strong>la</strong> su paternal y maravillosa caridad, les ha <strong>de</strong> proveer con toda abundancia <strong>de</strong><br />

cuanto necesiten, así para <strong>la</strong> vida temporal, como para <strong>la</strong> eterna. Luego se mueven a dar a Dios todas aquel<strong>la</strong>s<br />

gracias <strong>de</strong> que son capaces, y aciertan a explicar, como leemos lo hizo el gran David, quien habiendo empezado<br />

su oración en esta forma: ―Hazme salvo, Señor, <strong>de</strong> todos los que me persiguen‖ 1837 , <strong>la</strong> acabó así: “Daré gracias<br />

al Señor conforme su justicia, y cantaré salmos al nombre <strong>de</strong>l Altísimo” 1838 .<br />

III. Por qué <strong>la</strong>s oraciones <strong>de</strong> los justos empiezan con temor y acaban con alegría.<br />

1254. Estas oraciones <strong>de</strong> los santos son innumerables. Su principio está lleno <strong>de</strong> temor, pero el fin <strong>de</strong><br />

esperanza y alegría gran<strong>de</strong>. Más merece toda admiración lo que en esta materia sobresalen <strong>la</strong>s oraciones <strong>de</strong>l<br />

mismo David. Porque habiendo empezado, perturbado <strong>de</strong> miedo, a orar <strong>de</strong> este modo: “Muchos se levantaron<br />

contra mí; muchos dicen a mi alma, no hay salud para el<strong>la</strong> en su Dios” 1839 . De allí a poco, cobrando alientos y<br />

lleno <strong>de</strong> alegría, añadió: “No temeré mil<strong>la</strong>res <strong>de</strong>l pueblo que me cerca” 1840 . Y en el Salmo siguiente, habiéndose<br />

<strong>la</strong>mentado <strong>de</strong> su miseria, a lo último, confiado en Dios, se alegra increíblemente con <strong>la</strong> esperanza <strong>de</strong> <strong>la</strong> eterna<br />

felicidad, diciendo: “En paz y en uno dormiré y <strong>de</strong>scansaré” 1841 . Y qué diremos <strong>de</strong> aquello: “Señor, no me<br />

arguyas en tu furor, ni me castigues en tu saña” 1842 . ¿Con cuánto temblor y pali<strong>de</strong>z se habrá <strong>de</strong> creer que dijo<br />

esto el Profeta? Pero al contrario ¿con cuánta confianza y alegría lo que luego se sigue? “Apartaos <strong>de</strong> mí todos<br />

los obradores <strong>de</strong> maldad, porque ha oído el Señor <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> mi l<strong>la</strong>nto” 1843 . Cuando temía también <strong>la</strong> ira y furor<br />

<strong>de</strong> Saúl, ¿con qué humildad y rendimiento no imploraba el socorro <strong>de</strong> Dios? “Señor, sálvame en tu nombre, y<br />

júzgame en tu virtud” 1844 . Pero <strong>de</strong>spués confiado y alegre dice en el mismo Salmo: “Be aquí Dios es el que me<br />

ayuda, y el Señor quien se encarga <strong>de</strong> mi alma” 1845 . Y así el que se acoge a <strong>la</strong> oración, llegue a su Padre Dios<br />

armado <strong>de</strong> fe y esperanza, <strong>de</strong> suerte que <strong>de</strong> ninguna manera <strong>de</strong>sconfíe <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r lograr cuanto necesitare.<br />

Últimamente, <strong>la</strong> Santa Madre Teresa <strong>de</strong> Jesús, que fue gran Maestra <strong>de</strong> oración, y tenía <strong>de</strong> el<strong>la</strong> gran<strong>de</strong> experiencia,<br />

dice: ―que <strong>la</strong> oración es camino real para el cielo, y que caminando por él se gana gran tesoro, y que no es mucho que a<br />

nuestro parecer nos cueste mucho, y que tiempo vendrá en que se entienda cuan nada es todo lo que damos para cosa tan<br />

gran<strong>de</strong>. Y dice que alma sin oración es cuerpo con perlesía o tullido, que aunque tiene pies y manos, no los pue<strong>de</strong> menear:<br />

que así <strong>la</strong>s almas sin oración están <strong>de</strong> ordinario tan enfermas y mal acostumbradas, que no pue<strong>de</strong>n entrar <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí, con<br />

ser <strong>de</strong> natural tan rico, que no pue<strong>de</strong>n tener conversación con Dios. Y que si estas almas no procuran enten<strong>de</strong>r y remediar<br />

su gran miseria, se quedarán hechas estatuas <strong>de</strong> sal, por no volver los ojos hacia sí.‖ Ejercicios Espirituales <strong>de</strong>l P. Antonio<br />

<strong>de</strong> Molina.<br />

1835 ―Gustad y ved cuan suave es el Señor: bienaventurado el hombre que en él confía.‖ Psalm XXXIII, 9.<br />

1836 “Noverim te, noverim me”. D. Agust. 1. II. Solliloq. c. 1.<br />

1837 “Salvum me fac ex ómnibus persecuentibus me”. Psalm VII, 2.<br />

1838 “Confitebor Domino secundum instiam eius, et psa l<strong>la</strong>m nomini Domini altissimi”. Psalm VII, 18.<br />

1839 “Multi insurgunt adversum me, multi dicunt ani moe meoe; non est salus ipsi in Deo eius”. Psalm III, 2-3.<br />

1840 “No timebo millia populi circumdantis me”. Psalm III, 7.<br />

1841 “In pace in idipsum, darmiam et requiescam”. Psalm IV, 9.<br />

1842 “Domine, ne in furore tuo arguas me, neque in ira tua corripias me”. Psalm VI, 2.<br />

1843 “Discedite a me, omnes qui operamini iniquita-tem, quomam exaudivit Dominus vocen fletus mei”. Psalm., VI, 9.<br />

1844 “Deus, in nomine tuo salvum me fac, et in vir-tute tua indica me”. Psalm., Lili, 3.<br />

1845 “Ecce enim Deus adiuvat me: et Dominus susceptor est animoe mece”. Psalm LIII, 6.<br />

507

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!