SOCIEDAD CIVIL y diversidad - Acceso al sistema - Cámara de ...

LA SALUD REPRODUCTIVA EN LA ARENA POLÍTICA' 173
cano; mujeres de los sectores medios, particularmente universitarias,
profesionistas y empleadas, se organizaron para denunciar la
discriminación que vivían en distintos ámbitos de la sociedad. Este
movimiento surgió y se fortaleció en una etapa en la cual se estaba
recomponiendo el espectro político tradicional y se constituían nuevas
organizaciones sociales y partidos (Lau, 1987; Tuñón, 1997; González,
2001).
Aunque no profundizaremos en esta etapa, no podemos dejar de
mencionar dos elementos centrales. El primero es que la bandera
central del feminismo mexicano, en cuanto a salud sexual y reproductiva
ha sido la maternidad voluntaria, expresión que implica,
concretamente, cuatro demandas: 1. consentimiento informado en
la adopción del DIU y la OTB, 2. acceso amplio de las mujeres a anticonceptivos
seguros y baratos, 3. reformas a la legislación sobre
el aborto para que sea libre y gratuito y 4. educación sexual que no
esté asociada exclusivamente al control de la fecundidad y que llegue
a niños, jóvenes y mujeres de zonas rurales e indígenas (Lamas,
2001a). El segundo elemento es una tendencia del feminismo que
perdura hasta la fecha aunque no es actualmente la hegemónica: la
reivindicación de la autonomía del movimiento, el temor a su cooptación,
y el rechazo a la colaboración con cualquier instancia de gobierno.
Desde aquella etapa, los grupos feministas se han multiplicado, se
han dividido y se han aglutinado en frentes y coaliciones, moviéndose
constantemente entre el peligro de la disolución y la institucionalización
en organizaciones de distinto tipo.
Al analizar las características de las movilizaciones colectivas que
surgieron a finales de los años setenta e inicios de los ochenta, Alberto
Melucci señalaba que se perfilaba un nuevo espacio político que
no podía ser identificado con la tradicional distinción entre Estado y
sociedad civil. Dicho espacio no tenía como función institucionalizar
los movimientos sociales ni transformarlos en partidos, sino lograr
que la sociedad escuchara determinadas propuestas y trasladar estas
propuestas a los ámbitos en los que se daba la toma de las decisiones
políticas fundamentales (Melucci, 1985). Aunque los señalamientos
de este autor hacían referencia al proceso que tenía lugar en países
altamente industrializados, consideramos que caracterizan, en buena
medida, la evolución de un sector del movimiento feminista mexicano
que en la década de los ochenta comenzó a configurar organi-